sábado, 8 de noviembre de 2014

Camino de Santiago de Chuco/ Alan E. Smith




Esas casas de adobes sin cubrir
convierten al morador en beduino;
barros momentáneos,
amagos de la sierra,
préstamos con pajas
bajo el óxido que huye
con su alero,
precario el goce, lágrima
precaria,
precario el viaje,
precario
el descanso.
 

sábado, 1 de noviembre de 2014

Lima: Tumi e insondable


El joven crítico cordobés Bernardo Massoia acaba de publicar Lima y sus poetas.  Agravios y desagravios (Buenos Aires: Edición del autor, 2014).  Aquello de “Tumi” viene de un poema de Pablo Guevara (“En la vía sigue caída la Luna/ Luna llena o cuarto creciente o cuarto menguante/ Luna Tumi/ todos amanecen degollados en un mundo de ceremoniales/ los vagones parecen piscinas de sangre”) cuya obra, junto a las  de César Vallejo, José María Arguedas, José Gálvez y otros, son ventiladas también en esta segunda entrega del estudioso argentino (la primera fue Absurdo pero en Lima.  Universal pero Vallejo, 2012).  Como apreciamos, los últimos versos citados parecieran ilustrar la crisis y violencia  inherentes al hondo y complejo --aunque por lo de “Luna Tumi”, no menos mágico-- proceso de migración del Perú profundo hacia su capital; proceso observado desde una perspectiva poético-crítica que, en el caso de Guevara: “es una de las más diacrónicas de la literatura peruana” (29).  Aunque no obstante, y muy significativamente, el mismo Guevara califique a César Vallejo como nuestro “primer migrante [en relación al poema liminar de Trilce]” (28).

Aquello de “insondable”, alude al final mismo de este nuevo libro de Massoia donde, a contrapelo de melancolías culturales y traumas históricos propios de la migración, se elabora lo siguiente: “No habrá relato poético de re-apropiación y edificación de un mundo nuevo en Lima sin ternura lúdica, mas no por ello inocua: 'ganadito será la gente/ chacritas los parques' [Óscar Colchado], la infantil, la de Trilce, la de Los ríos profundos, la de Gregorio, la del Perú insondable, poco a poco señor de Lima” (91). Es decir, desde este punto de vista, la capital del Perú a través de su literatura constituye todavía una obra abierta o en proceso de experimentación; aunque los migrantes sean de suyo los agentes, y de ninguna manera los entes pasivos, de éstas entre duras, trabajosas, reconfortantes e imaginativas metamorfosis.

Obvio, en el interin, el autor establece nuevas calas [cierta afinidad entre Una Lima que se va, de José Gálvez, y Trilce; o entre Lima, hora cero (1954) de Enrique Congrains Martin, y A Nuestro Padre Creador Túpac Amaru (1962) de José María Arguedas; o incluso otra implícita, no menos sugestiva, entre los antinerudianos versos de El Paseo Ahumada de Enrique Lihn y La mano desasida de Martín Adán] y lúcidas interpolaciones; y las apunta, nos alegra decirlo, con honestidad crítica y libertad de espíritu.  Sin embargo, sus fuentes  primarias (libros y revistas) habría que pasarlos todavía por un tamiz crítico algo menos crédulo o principista; aunque esto no se ha hecho  ni siquiera en el Perú.  Es decir,  por ejemplo, qué tanto no hemos integrado todavía Trilce --cuya propuesta poética prácticamente  coincide con la Constitución de 1920 de Augusto B. Leguía: “donde se reconoce la existencia legal de la comunidad indígena, técnicamente el viejo ayllu prehispánico” (18)-- en el debate de los indigenismos de la época.  Aunque la propuesta vallejiana, fruto de su radical perspectiva oximorónica, desafíe cualquier “indigenismo oficial”.  U otro debate absolutamente menor, pero pertinente en cuanto desorienta un poco la lectura del presente post-arguediano o, mejor diríamos, post-trilceano: qué tanto Hora Zero, y sobre todo Kloaka (y sus simpatizantes), fueron movimientos poético-políticos absolutamente conservadores y retardatarios en tanto se tornaron oficiales o canónicos (respecto a otras propuestas poéticas de la época) y homogeneizaron --con la anuencia de los medios de comunicación-- la poesía culta del Perú incluso  hasta los años finales del siglo pasado.  Todavía no tenemos una lectura crítica de nuestra pretendida izquierda intelectual; pareciera tan arrogante y ciega a los matices (que a la larga son los grandes claro oscuros) como lo suele ser, de modo ya caricaturesco, la derecha.  En este sentido, sería conveniente que Massoia integre en su estudio o preguntas a Lima y sus poetas aquel repertorio que nos informa, por ahora, deja de lado: Luis Hernández Camarero, la poesía de la propia Magdalena Chocano y, por qué no, acaso también pudieran resultar ilustrativos los poemarios de éste su servidor y ahora mismo puntual reseñista (1978, Sin motivo aparente; hasta el poemario Activado, a presentarse este 17 de noviembre en el Cuzco bajo la Editorial Auqui, nueva época).



 Sobre el mismo autor: Vallejo pero Massoia.