TRILCE NUEVAMENTE CON PEDRO GRANADOS/ VLADIMIR HERRERA DELGADO
Vallejo para Granados y Granados para el contrapunto y la marinera. Dos poetas bajo el mismo signo zodiacal jugando a las escondidas. Pero Granados nos ayuda a hundirnos en la solaridad del vate de Santiago de Chuco, si cabe, y también a caer de pie en una fonda de ritmo y sabor insospechada para quienes habíamos hecho una lectura circunspecta de nuestro poeta universal. Granados descubre el juego y las canicas, con pelos y señales como académico que es, aunque adolezca de cierto gamberrismo. Es el muchacho que toca el timbre de la puerta y corre para encontrarse con algo menos que Dios: esa nada que ríe en el dintel de la época epocal misérrima del tiempo de nuestros padres en Poesía y en Rumba. V.H
(N)húmeros para (des)cifrar un pambiche/ Pedro Delgado Malagón
Húmero (del lat. Humerus): Hueso del brazo, que se articula por uno
de sus extremos con la escápula y por el otro con el cúbito y el radio.
Diccionario de la RAE
Conocí hace poco a Pedro Granados, ensayista, poeta y novelista peruano (Lima, 1955), a quien el Ministerio de Cultura invitó para conducir en Santo Domingo un Taller sobre la gesta poética del gran César Vallejo. Granados es un penetrante exégeta del culto vallejiano, de sus modulaciones sensibles y del registro de un discurso con misteriosos influjos, casi míticos, en el que algunos piensan que “Vallejo no elige sus vocablos”.
Siempre me aproximé al poeta de Los Heraldos Negros bajo las nociones sombrías de José Carlos Mariátegui: “Nostalgia de exilio; nostalgia de ausencia”. Confieso que fue en el libro de Granados (Trilce: húmeros para bailar) donde por primera vez leí una reflexión (cierta, sorprendentemente clara) acerca de la chispa y del humor que subyacen (“…quizá sin que él lo sepa ni lo quiera”, agazapados y en ademán de saltar) en esa oscura melopoeia permutante de la palabra/cadencia que aflora en Trilce.
Prólogo a Trice: húmeros para bailar/ Amálio Pinheiro
Ao nos propor um con-viver performático com César Vallejo (não se trata já de apenas ler), a partir de uma partitura de inscrições (não se trata mais de escrever) musicais (a marinera e suas fugas e síncopes etc.) e sexuais (amores com Otilia e suas ramificações) vinculada organicamente à cultura andino-mestiça dos arrabaldes festivos em formação e movimento da Lima dos 1900 e poucos, Pedro Granados impugna, de chofre, as consabidas interpretações político-essencializantes e nos abre, em leque risonho, o vaivém diagramático de Trilce aos textos de antes e depois. O mesmo Vallejo viria a dizer mais tarde, nos Poemas Humanos: “Quiero escribir, pero me sale espuma” /(…) “Quiero escribir, pero me siento puma”, como a mencionar essa coisa toda vinda de baixo, dos lados e de dentro que abalroa as palavras.
Desse modo são postos em ação e presença, através de glossolalias e mesclas rítmico-poéticas represadas no papel (em ziguezague com a rua e suas gingas e cadências), aquilo que uma crítica acabrunhada não consegue ver: os aspectos gozosamente múltiplos e variantes de uma cultura índio-mulata que não se explica pelos dualismos ocidentalizantes (interno e externo, cultura e natureza, signo e referente) de plantão e ainda em voga. Trilce (todas essas aves falando dentro da boca) seria o espaço mítico de máxima concentração e contração sintáticas desse excesso metonímico em que, “a modo de un indigenismo minimalista incluyente”, não se produz sentido, mas um território de possíveis que encadeia as alteridades (mapeado pela tendência dos povos ameríndios à incorporação barroquizante do exógeno assimétrico).
Mais ou menos: nunca podemos saber o que é o outro, mas podemos tê-lo em nós. Ou como diria o próprioVallejo: “Índio después del hombre y antes de él!”. Por isso, vai desdobrando o vallejista peruano, não se pode pensar uma filosofia ameríndia, já que não podemos ser pensados a partir da “evolução” do pensamento do Ocidente, e a partir de um modo de conhecimmento apenas humano-racional, o que é poética e antropologicamente grave. Daí serem tão importantes, com Pedro Granados, as análises erótico-numéricas (“h(n)úmeros para bailar”), em que o cholo de Santiago de Chuco/Trujillo/Lima/Paris destrincha e dissipa, na confluência das comissuras do sexo, dos contornos da dança e da marchetaria oralizante, e junto a pertinentes acontecimentos biografemáticos (veja-se a saga Otilia/mãe/filho abortado etc.), as batidas sínteses e dialéticas pós-coloniais, pós-hegelianas e pós-modernas, sempre sucessivas e epocais, em curso. Sequer o conceito de modernidade pode conter um campo de relações em contínua reversão progressivo-regressiva, visto que as transformações desviantes e as metamorfoses impedem toda ordenação estrutural fixa.
Daí ser de tanto interesse, neste Trilce de Pedro Granados, a interação, na acupuntura dos versos e estrofes, entre um devir-índio, um devir-crioulo e o devir-qualquer-coisa, essa entrada dos objetos da paisagem nos corpúsculos e interstícios (Lezama Lima) do poema, mapeados rizomática e silabicamente pelos ensinamentos, cromatismos e gestos gráficos do sol e do mar.
Cuarentena
Trilce calendario solar vertical
Ceque mi llanto
Mi arritmia anímica inevitable
Mi abisal desamor
Contra los que leen a Vallejo
Como un socialista
Como un cristiano
Como un consumado ventrílocuo
Calendario que consulté
Que consultaba
Nomás estaba enamorado
Y veía ensartarse el amor
Tal cuentas de un collar
De perlas cultivables o no
Casi da lo mismo
Un collar un carrusel más bien
Que iba siempre hacia lo alto
Desde una simple emoción
Verla crecer hasta las nubes
Desde una sola desdicha
Desde una sola muerte
Que procuraba colgar sin demora
Sobre aquella noria
Sobre aquella nube de monólogos
En los momentos más frágiles
Unas lágrimas que eran también
Las de mi madre las de mi padre
Que no sé si alguna vez lloró
Las de mi hermanito Germán
Cuya flecha llega justo hasta aquí
Hasta esta agua que se cuela
Por la rendija
De esta puerta
Como se cuela
Este espejo que deslizo
Y abro para que le dé el sol
Les hablo desde todos mis años
Todos y cada uno y cada hora
Vallejo no era socialista
Vallejo no era cristiano
Vallejo no era poeta
Sino porque no había otro remedio
Y su mirada de roedor gigante
Acompañaba a la de la asexuada
Gaviota desde la que miraba
Cuando era un muchacho
Y la nube el sol la estrella fugaz
Los labios besándose de los astros
Aunque iba la mirada baja
Sabía me acompañaban
Sé que voy a morir
Sé que mi manera de leer
A Vallejo
Va a quedar en suspenso
No critico a los críticos
Menos los individualizo
La inmensa mayoría de ellos
Un arrecife de ganapanes
Tampoco aunque los deploro
Voy a hablar otra vez mal
De los poetas
Pero creo en Sasha Reiter
Como creo en Carlos Quenaya
Como creo en Ethel Barja
Sólo falta que ellos crean
También en ellos mismos
Y se aten al mástil de la existencia
Y no se cubran los oídos con cera
Hasta ya no creer más en sirenas
Y sí creer en el Sol
Y sí creer en Vallejo
El más tierno entre todos sus hermanitos
©Pedro Granados, 2020
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