Si esto fuera Estados Unidos ya habría biopic y serie en Netflix que recreen a Vallejo desde Santiago de Chuco hasta París. Pero claro, esto no es ese país y uno de los temas clave para aproximarse a Trilce es reconocer que lo escribió un peruano del interior, antes de haber salido de su país; y si Vallejo lo hizo, es porque ya había, incluso ahí, unas condiciones y tensiones que alentaban la gestación de un libro tan desbocado, tan rompedor, tan crudo. Había más personas como él también buscando lenguajes propios, en Puno, en Concepción, en Guayaquil, en Xalapa… Quizás debamos desear el continente y las ciudades que se tienen, no los lugares que uno asume son de avanzada.
https://revistamundodiners.com/oro-no-tener-nada-cien-anios-trilce/
VERSUS:
“1922, el año de la revolución cultural”/ ÁLEX VICENTE
Hace exactamente un siglo, James Joyce, T. S. Eliot, Ludwig Wittgenstein y Virginia Woolf firmaron sus obras capitales en un mundo devastado por la guerra y la tiranía. Con ellas cambiaría el rumbo de la novela, la poesía y la filosofía modernas. Cien años después de su publicación, regresamos a ese “annus mirabilis de la cultura occidental”, como escribe Javier Rodríguez Marcos en el reportaje que ocupa la portada de nuestro primer número de 2022. El Ulises de Joyce, La tierra baldía de Eliot y la traducción del Tractatus logico-phillosophicus de Wittgenstein vieron la luz en 1922. Eran obras muy distintas, pero también tenían mucho en común. Todas surgieron después del cataclismo de la Primera Guerra Mundial, con el que termina de una vez por todas “el mundo de ayer”, que diría Stefan Zweig, y arranca simbólicamente el siglo XX. Y todas surgen de las crisis personales de sus respectivos autores y señalan un nuevo campo de batalla para las vanguardias: la fractura del lenguaje.
BABELIA, SÁBADO, 1 DE ENERO DE 2022
COMENTARIO/P.G.
Pareciera que lo “glocal” es más fácil establecerlo o conectarlo desde lo “local”; aunque existan, por cierto, variadas formas de acercamientos “locales”: unos más esotéricos o militantes que otros. Sin embargo, lo “global” casi siempre patina o por ignorancia y desdén de lo nativo o por la arremetida del prestigio de lo global ante La república de las letras (Pascale Casanova); es decir, porque ésta última perspectiva crítica, por ahora, todavía es más rentable. Por lo tanto, y en última instancia, lo global patina por puro localismo.
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