jueves, 29 de agosto de 2013

A roda do faminto/ Leonardo Almeida (Trad.)



Por entre meus próprios dentes saio fumegando,
bradando, lutando,
baixando minhas calças...
Vazio meu estômago, vazio meu jejum,
a miséria me arranca por entre meus próprios dentes,
agarrado com um palito pelo punho da camisa.

Uma pedra em que me sentar
não haverá agora para mim?
Ainda aquela pedra em que tropeça a mulher que deu a luz,
a mãe do cordeiro, a causa, a raiz,
essa não haverá agora para mim?
Sequer aquela outra,
que passou agachando-se pela minha alma! 
Sequer
a calcárida ou a má (humilde oceano)
ou a que já não serve nem para ser lançada contra o homem,
essa me dá agora para mim!

Sequer a que acharem tombada e só em um insulto,
essa me dá agora para mim!
Sequer a retorcida e coroada, em que ressona
somente uma vez o andar das retas consciências,
ou, ao menos, essa outra, que arremessada em digna curva,
cairá por si mesma,
em mister de entranha verdadeira,
essa me dá agora para mim!

Um pedaço de pão, tampouco haverá agora para mim?
Já não mais hei de ser o que sempre hei de ser,
porém me dá
uma pedra em que me sentar,
porém me dá
por favor, um pedaço de pão em que me sentar,
porém me dá
em espanhol
algo, em fim, de beber, de comer, de viver, de repousar,
e depois irei...
Acho uma estranha forma, está muito rota
e suja minha camisa
e já não tenho nada, isto é horrendo.


La rueda del hambriento/ César Vallejo

Por entre mis propios dientes salgo humeando,
dando voces, pujando,
bajándome los pantalones...
Váca mi estómago, váca mi yeyuno,
la miseria me saca por entre mis propios dientes,
cogido con un palito por el puño de la camisa.

Una piedra en que sentarme
¿no habrá ahora para mí?
Aun aquella piedra en que tropieza la mujer que ha dado a luz,
la madre del cordero, la causa, la raíz,
¿ésa no habrá ahora para mí?
¡Siquiera aquella otra,
que ha pasado agachándose por mi alma!
Siquiera
la calcárida o la mala (humilde océano)
o la que ya no sirve ni para ser tirada contra el hombre,
¡ésa dádmela ahora para mí!

Siquiera la que hallaren atravesada y sola en un insulto,
¡ésa dádmela ahora para mí!
Siquiera la torcida y coronada, en que resuena
solamente una vez el andar de las rectas conciencias,
o, al menos, esa otra, que arrojada en digna curva,
va a caer por sí misma,
en profesión de entraña verdadera,
¡ésa dádmela ahora para mí!

Un pedazo de pan, ¿tampoco habrá ahora para mí?
Ya no más he de ser lo que siempre he de ser,
pero dadme
una piedra en que sentarme,
pero dadme,
por favor, un pedazo de pan en que sentarme,
pero dadme
en español
algo, en fin, de beber, de comer, de vivir, de reposarse,
y después me iré...
Hallo una extraña forma, está muy rota
y sucia mi camisa
y ya no tengo nada, esto es horrendo.


Leonardo Almeida, talentoso narador, traductor y docente universitario carioca.

miércoles, 14 de agosto de 2013

César Vallejo en Nueva York/ Ulises Gonzales


No sé imaginar el mundo de otro modo que no sea con los ojos de César Vallejo.


Heraldos, telúrica, magnética, triste, dulce, masa, dolor, celda, hermano ausente, combatiente, España, monstruos, París, hueso húmero, aguacero, humanos, desgraciadamente, muchísimo, sanseacabó...

Estas palabras, escuchadas una y otra vez a lo largo de mi vida, me remiten a César Vallejo. Tiene que existir en mí uno que otro gen chauvinista que se cuela en mi buen juicio, porque algunos de sus versos, sólo sus versos, me explican el mundo por completo.

El caso de la Guerra Civil española es patético. He visto varias películas, he leído una buena cantidad de crónicas, cuentos y novelas que me la contaron, ya sea desde los ojos del Robert Jordan de Hemingway o del Sánchez Masas de Cercas. Pero nadie me ha cantado aquellas batallas, con la claridad que escribe Vallejo en España, aparta de mí este cáliz.

Dicen, que su poesía es dolorosa y depresiva. Lo es, pero también –sin ánimo de citar a Cantinflas– es todo lo contrario. El poeta de la condición humana –como lo llama Vargas Llosa e Illan Stevens en el prólogo a su Spain, Take This Chalice From Me and Other Poems para la editorial Penguin– no se queda en la anécdota, el paisaje que le duele, o el pronóstico de su muerte; sino que combina los sonidos y los significantes de sus palabras, y a través de ellos, de modo casi mágico, presenta un retrato completo del hombre común enfrentándose a la vida, tanto a sus posibilidades como a sus negaciones. Hay dolor en Vallejo pero también hay algarabía, deseo, rabia, duda y permanente búsqueda de sentido.

Uno de mis amigos en Nueva York, un joven playboy que estudiaba inglés y que regresó a Lima para dedicarse a la improvisación, alguna vez empezó  a bombardear mi correo electrónico con poemas inspirados en sus lecturas de César Vallejo. Era terrible escucharlo sufrir en el papel: Me dolía, me dolía y me seguía doliendo. Sin embargo, sus tropiezos poéticos me hacían pensar en aquellas tardes en Lima, de adolescente, cuando yo mismo  rebuscaba entre las páginas de mi colección de sus poemas para encontrar, al azar, un buen título para mis cuentos.

¿Por qué Vallejo? Sospechaba que sólo por ser peruano y que sólo los peruanos nos podíamos comunicar con él. Sin embargo, una y otra vez acá en Newyópolis, me he tropezado con gente de otros mundos entusiasmada por sus poemas. Uno de ellos fue Clayton Eshleman, el poeta de Indiana que tradujo y publicó la obra completa al inglés, y que declamaba con pasión, allá en el 2007 Completely, Furthermore, Life! reclamando que todo poeta serio que se aventurase en el camino, tenía que llegar a la fuente de Vallejo, al Oh, escándalo de miel de los crepúsculos. Oh estruendo mudo ¡Odumodneurtse!

En esta ciudad, el poeta de Santiago de Chuco aparece con frencuencia en conferencias a las que asisto, casi siempre con buen gusto y pertinencia. Hace sólo unas semanas, por ejemplo,  al llegar con tardanza a un auditorio repleto que dirigía el escritor salvadoreño Horacio Castellanos Moya, mientras éste hablaba,  una imagen era proyectada a sus espaldas, con un poderoso verso de Trilce que lo resumía todo.  Hace años,  recorriendo por primera vez los pasillos de Lehman College, un poeta chileno de inmensa amistad con Nicanor Parra, me decía que Neruda era bueno pero que Vallejo era otra cosa.

Sin patriotismo barato, que a veces abusa de los huesos húmeros y de la tumba con aguacero en Montparnasse,  algunos peruanos han contribuído a incrementar la importancia de su obra total. Sólo se me ocurre mencionar a Juan Acevedo, cuya bellísima historieta de Paco Yunque, a tinta china y en letra corrida, acelera la vida del famoso cuento; y al escritor Diego Trelles Paz, quien me hacía notar este último verano, que la frase a la que llegan los personajes que consumieron los cinco años de su vida en los Estados Unidos escribiendo Bioy, es un homenaje al Vallejo cronista.

Se le ha dicho poeta universal. Tal vez porque ese hay, hermanos, muchísimo que hacer puede retumbar correctamente en los muros de cualquier ideología. De cierto modo a todos nos inquieta cuando vemos al pan, crucificado y al nabo ensangrentado, algunas veces quisiéramos aconsejar ¿La muerte? ¡Opónle todo tu vestido! o quejarnos diciendo Fósforo y fósforo en la oscuridad, lágrima y lágrima en la polvareda.

Alguna vez, en una de aquellas tardes de mi pubertad en las que pretendía ser poeta, releyendo en mi habitación, descalzo, a voz en cuello, las páginas amarillentas de Poemas Humanos, imaginé una historia en que la foto de su tumba estaba empapelada contra el techo de mi habitación. Por alguna razón, la fuerza de su dolor, las imágenes provocadas por su ¡Cuánto catorce ha habido en la existencia! me hablaban con absoluta claridad. Varias catorces después, hoy en Nueva York, aún lo siguen haciendo. 

Tomado de:  http://www.fronterad.com/?q=bitacoras/ulisesgonzales/cesar-vallejo-en-nueva-york

domingo, 11 de agosto de 2013

El César Vallejo de Stephen Hart


El César Vallejo de Stephen Hart*, informado y útil trabajo, diseña un degradé desde la picaresca --y el juicio, aunque implícito, severo a las andanzas del pícaro y prófugo nativo de Santiago de Chuco-- a la elegía --a los versos hondos y el parisino, en aura de compromiso social, trance de muerte del poeta.  Hart jamás percibe el aspecto cultural, aunque expone los ladrillos e incluso glosa y comenta puntuales calas de Vallejo en lo andino.  Justo cuando  finalmente se impone hablar de sexo --incestuoso o no-- el crítico inglés calla.  “Parado en una piedra”, tal como lo expusimos en detalle en nuestro libro del 2004 (Cap.  III: “La poética del nuevo origen: La piedra fecundable de los poemas de París”)**, alude no sólo a una manifestación o “paro”;  sino también, de modo simultáneo, a una virtual cópula con la piedra, con la materia misma de lo incaico: sol --masculino-- que se ha transformado en algo femenino, aunque esta piedra ahora se halle “cansada” o en crisis y sea, luego, incluso la propia “España” del famoso poemario póstumo dedicado a la Guerra Civil.  Hart no percibe en su lectura la presencia de lo cultural, su constante opacidad y metamorfosis, sino únicamente como un museo de tópicos o taxonomía académica ya canonizada; un tanto como tampoco lo percibió la misma Georgette de Vallejo.  Pero el mismo poeta sí lo hizo e incorporó aquello en su propio proceso intelectual y artístico donde lo político no se contraponía a lo mítico.  Por esta razón, sus “Nostalgias imperiales” y su Trilce --que es versión escrita sintética y sincrética del mito de Inkarrí, elaboramos ahora mismo un ensayo sobre ello--  y su “Piedra cansada” son un mismo mito expuesto de modo minimalista y con vocación incluyente siempre.  De lo afro-limeño, primero, y después de las etapas iluminista y revolucioria de su experiencia europea: francesa y soviética, respectivamente.  Una biografía de Vallejo que no ventile aquel aspecto cultural en su relato  lucirá siempre destrabada e inevitablemente fragmentaria.   El problema es que Vallejo no hablaba nunca de esto, ni con su viuda ni con nadie.  Su experiencia de lo sagrado, nada exclusivista o individualista sino más bien comunitaria,  se tocaba con su radical experiencia de la poesía y para él, tal como en aquellos versos finales de “Huaco” (“[Yo soy]Un fermento de sol/ levadura de sombra y corazón”), le eran inherentes --acaso para ser más productivos en su obra poética -- el pudor o el secreto.
En todo lo demás, aunque Hart de algún modo continúe la teoría y metodología de un Juan Espejo Aturrizaga, la exposición del profesor inglés es amena y, repetimos, a pesar de cierto puritanismo u holismo militante, extraordinariamente útil.    


*Stephen Hart, César Vallejo.  A literary Biography (London: Támesis, 2013)
** Pedro Granados, Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo [PhD Thesis, Boston University, 2003] (Lima: PUCP Fondo editorial, 2004)

miércoles, 7 de agosto de 2013

Café Literário: Vallejo sem fronteiras


O encontro pretende ressaltar o papel do escrito peruano César Vallejo , uma das vozes poéticas fundamentais no cenário das letras hispano-americanas do século xx. Nas palavras de Thomas Merton, Vallejo, nascido em Santiago de Chuco, seria "o mais importante poeta universal depois de Dante". Assim, no café literário, será dada enfâse à trajetória literária do aautor de Los heraldos negros e Trilce, e ao panorama recente da poesia peruana, com destaque para a herança de César Vallejo em determinados poetas contemporâneos. O debate terá a participação do escritor Pedro José Granados Aguero (UNILA), Ph.D (Hispanic Language and Literatures) pela Boston University, eminente vallejólogo, sob mediação dos professores Victor Manuel Ramos Lemus (UFRJ) y Leonardo Vieira de Almeida (UERJ).

Datas

15/08/2013 (18:30 h)

Lugar

Instituto Cervantes
Rua Visconde de Ouro Preto, 62
20011020 Botafogo Rio de Janeiro
(BRASIL)

Participantes

Pedro Granados
Víctor Manuel Ramos Lemus
Leonardo Vieira de Almeida

Entidades Organizadoras

Instituto Cervantes (Río de Janeiro)

Teléfono de reservas:   3554 5913 

lunes, 29 de julio de 2013

Fozi Lady! (Primicia de nueva novela breve de Pedro Granados).


Juvenal comenzó por escribir un poema sobre la cultura y también la poesía:
Cuando alguien te hable de cultura
Cuida bien tus bolsillos
Viejo hippy irredento
Viejo llorón
Enamorado de la luna
Viejo creyente en la poesía
Viejo lunático sin locura
Viejo amante
De pocos tiros a la sazón
Sólo sazón
Si alguien te viene con el cuento
Háblale de cultura
Y así quedan iguales
Pero lo molar
Término alquímico
De mi colega Adolfo
Me deja sin dientes
Y sin muelas
Pero sólo con los caninos
Es que les hablo
De la puta que nos parió
Pero que no es nuestra madre
Nuestra madre sigue siendo la poesía
La que me regala unas lágrimas
A veces
La que me hincha las pelotas
Y me hace comprender
Lo terriblemente huérfanos
Que estamos sin ella
Radicalmente huérfanos
Y como viviendo por las puras huevas
Cuando te hablen de cultura
Cuida bien tus bolsillos
Y cuando te hablen de poesía
También
            Pero lo que en realidad pugnaba por salirle del alma era de que si se acostaba o no con aquella hipnotizante muchacha.  Dieciocho años, esbelta (es natural) y cuidadosamente descuidada, aunque de modo leve, en el aseo personal.  Le olían las axilas y los pelos de la chucha de un modo tal que a Juvenal lo traían loco.  Loco de arrechura y, contra todos los pronósticos para su edad, maravillosamente in parodí.    Saludar a esta muchacha, sobre las calles del secreto y mojigato Foz do Iguaçu, era literalmente quedar untado por un buen rato en vagina.   Tragarse --entre los tumultuosos y enceguecedores flaches del deseo-- desde sus pies divinos, un tanto  manchados de tierra; hasta el yuyo de su entrepierna probablemente con imperceptibles restos de caca.  Enamorado andaba Juvenal de esta literatura; y esta misma literatura decía que aquella muchacha había sido hasta hace poco alumna suya y que todo el mundo se le abalanzaría encima si la tocaba.  Si la desvirgaba, acompasadamente y en postas, con la lengua, la nariz, la pinga y hasta con cada uno de los hirsutos pelos de sus erectas orejas.  Yo pecador.  Aunque  ella para nada se hacía la invencible, la delataba cierta mirada.  Y una suerte de recónditos hipos cada vez que saludaba o se despedía de Juvenal.  ¿No habría estado César Vallejo, en la Clínica Arago y poco antes de morir, arrecho por alguna de sus jóvenes enfermeras?


La sexta luego de las cinco anteriores: Prepucio carmesí, Un chin de amor, En tiempo real, Una ola rompe y Boston Angels; ya  publicadas todas en la colección Prepucio carmesí y otras novelas cortas (Lima: Editorial Tribal, 2012).  Recrea los últimos instantes de la vida de César Vallejo junto a, de modo simultáneo y entrecruzado, la continuación de  la "autobiografía" de Juvenal Agüero.