El palco estrecho
Más acá, más acá. Yo estoy muy bien.
Llueve; y hace una cruel limitación.
Avanza, avanza el pie.
Hasta qué hora no suben las cortinas
esas manos que fingen un zarzal? 5
Ves? Los otros, qué cómodos, qué efigies.
Más acá, más acá!
Llueve. Y hoy tarde pasará otra nave
cargada de crespón;
será como un pezón negro y deforme 10
arrancado a la esfíngica ilusión.
Más acá, más acá. Tú estás al borde,
y la nave arrastrarte puede al mar.
Ah, cortinas inmóviles, simbólicas...
Mi aplauso es un festín de rosas negras: 15
cederte mi lugar!
Y en el fragor de mi renuncia
un hilo de infinito sangrará.
Yo no debo estar tan bien;
avanza, avanza el pie! 20
(
Los heraldos negros, “Buzos”, 1918)
Dominic
Moran [“The Author´s Favourite, But is it Any Good? Some Thoughts on
'El Palco Estrecho'”. En: Stephen M. Hart (Ed.). Politics, Poetics, Affect. Re-visoning César Vallejo.
Cambridge: Cambridge Schollars Publishing, 2013, pp. 67-87] hace un
balance general de la crítica vallejiana hasta el presente y nos alerta,
no sin razón, que: “We do not posses the sort of systematic, line by
line commentary on Vallejo´s work which the greatest poetry such as
Shakesperae´s sonnets, and I can think of no critical study on Vallejo
comparable to Malcolm Bowie´s Mallarmé and the Art of Being Difficult
[dificultad que, en el caso de Vallejo, y según George Stainer, sería
'ontological' (68)]” (67); y, la misma estudiosa, enseguida agrega:
“Most critical editions contain little or no close textual commentary,
and those which do are often highly (some might say strategically)
selective [desde Américo Ferrari, pasando por Julio Ortega hasta, entre
otros, Marta Ortiz Canseco o Efraín Kristal; con excepción parcial de
Roberto (sic) González Vigil, aunque éste guarde silencio ante los
aspectos más problemáticos de los textos]” (68). Sumario estado de la
cuestión para enseguida, y a modo de alternativa, plantearnos la
necesidad de subsanar la lectura de “El palco estrecho” [según Espejo
Asturrizaga: “el poema preferido de Vallejo”]: “It is never
anthologized, rarely elicits more tan a passing reference in most
critical works and does not even get a mention in one of the seminal
academic studies of Vallejo´s poetry [Jean Franco´s César Vallejo: The dialectics of Poetry and Silence]” (69).
Por nuestra parte, en nuestro libro de 2004 editado por la PUCP (Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo, pp. 37-39)
apuntábamos que lo que en el poemario de 1918 representaría el apartado
«Buzos» [“La araña”, “Babel”, “Romería” y “El palco estrecho”]
--aquello de bucear o ir hacia el inconsciente-- estaría ilustrado
precisamente por aquel poema en cuestión. Apuntábamos que en la
progresión «Más acá, más acá. Yo estoy muy bien» (v. 1); «Más acá, más
acá. Tú estás al borde» (v. 12), hasta, «[Más acá, más acá] Yo no debo
estar tan bien» (v. 19), el uso del verbo estar refleja el drama de la
posibilidad o imposibilidad de la auto-reflexión por parte del yo
poético. A su vez, lo único de lo que no cabe duda es que «avanza,
avanza el pie» (vv. 3 y 20). Se trataría aquí, como dice Jean Franco,
del gesto tan contemporáneo y tan adelantado en su contexto —el Perú de
la época— «de la descentralización del yo que nunca puede enunciar el yo
real. Como dijo Lacan, “Yo no soy lo que yo digo. Yo no soy donde yo
pienso, no pienso donde soy”» [Jean Franco, “La desautorización de la
voz poética en dos poemas de Vallejo”. Actas del Coloquio Internacional.
Frei Universitat Berlin, 1981, p. 56]. Asimismo, que en «El palco
estrecho», se presenta por vez primera la lluvia: «Llueve; y hace una
cruel limitación» (v. 2); «Llueve. Y hoy tarde pasará otra nave/ cargada
de crespón» (vv. 8-9). El verbo «Llueve», en realidad, está aquí en
función anafórica y antepuesto a la conjunción copulativa ‘y’. Verbo
explícito en los ejemplos inmediatamente antes citados, pero implícito
en los versos 13 y 17-18, donde deberíamos leer: «[Llueve] y la nave
arrastrarte puede al mar» y «[Llueve] Y en el fragor de mi renuncia/ un
hilo de infinito sangrará», respectivamente. Y donde la lluvia aún no se
presenta en la poesía del peruano con un valor, podríamos decir,
bienhechor [como sin duda lo será en Trilce], que lava o
purifica. Aquí anuncia y acompasa al menos aquel autodescubrimiento
lacaniano del Yo. Es en este sentido como debemos leer el verso «hace
una cruel limitación», lucidez —a final de cuentas— positiva o necesaria
en el desarrollo de la personalidad; y asimismo los versos 15-17: «Mi
aplauso es un festín de rosas negras:/ cederte mi lugar!».
Finalmente, también en Poéticas y utopías…, observábamos que lluvia y mar interactuaban por primera vez en Los heraldos negros.
Esto sucedería precisamente en los versos 13-14: «[Llueve] y la nave
arrastrarte puede al mar./ Ah, cortinas inmóviles, simbólicas...». Es
obvio aquí que el mar está asociado semánticamente al peligro, al riesgo
de la inmovilidad: «cortinas inmóviles»; lo que no hace, a su vez, sino
ilustrarnos nuevamente respecto al carácter de mar como «charco» o
«tumba». Lugar aquel, entonces, de desconcierto por la constatación de
la problemática identidad o espacio del yo («El palco estrecho»), y que
predomina en el poemario de 1918.
Ahora, para una lectura actualizada de este poema, echaríamos mano de otros presupuestos;
culturales y andinos estos últimos.
En tanto y en cuanto incluiríamos un eje bíblico-solar en debate en
todo “El palco estrecho”. Donde, por ejemplo, aquel “zarzal” (v.5) no
vendría de “zarzuela” (Moran 84), para ceñirse al supuesto tema general y
prevaleciente allí del
Theatrum Mundi; sino, más bien, de Sol o
fuego o gracia, en tanto 'zarza ardiente'. Asimismo, una lectura del
Sol o “nave” (vv. 8 y 13) opacado o interferido --aunque jamás de modo
absoluto o definitivo-- precisamente allí por la lluvia en esta época
de la poesía de César Vallejo; es decir, Inkarrí en un escenario previo
al de
Trilce. Pero esto lo elaboramos ahora mismo dentro un trabajo de más largo aliento y en pleno desarrollo.