sábado, 22 de julio de 2017
Poesía peruana post-Vallejo: De los indigenismos a las opacidades
César Vallejo sepultó con su obra poética –aunque valiéndose también de sus persuasivas crónicas y ensayos– todos los indigenismos; y sacó adelante un concepto y una práctica que podríamos motejar como Indigenismo-3, pero que preferimos –junto con Édouard Glissant– denominar “opacidad”. Esto en primer lugar. Luego, o en segundo lugar, aunque acaso sea lo más importante aquí, proponer una metodología de lo “opaco” lo más discreta posible y, esperamos, lo más productiva también. Por último, o en tercer lugar, aplicar dicho método en nuestro análisis de algunos hitos de la poesía post-Vallejo: Magdalena Chocano (1957), Vladimir Herrera (1950), Rocío Castro Morgado (1959) y Juan de la Fuente Umetsu (1963), fundamentalmente.
http://revistes.uab.cat/mitologias/article/view/v15-granados
domingo, 16 de julio de 2017
Vallejo conoce a Picasso: Su cara me hizo doler el corazón
Picasso o la cucaña del héroe
Antes de conocer personalmente a Picasso, se me había noticiado tratarse de un traficante en camelot, seductor de incautos, habilidad miriápoda para todas las cucañas. Jean Cocteau me había dicho, persignándose:
-Un ruso apareció un día ahorcado en su atelier de Montmartre…
Decrefft me refería, en tanto cincelaba en granito mi cabeza:
-Picasso debe muchas muertes.
Hace pocas semanas Francisco Carco:
-Picasso antes que todo, se trata de sobremesa con los más ilustres apaches de mis novelas. M. Fortunat Strowski, Profesor de Literatura Polaca en la Sorbona, puede atestiguarlo…
Por otro lado, conocía yo dos o tres fotografías del hombre, tales como las que aparecen en los estudios que sobre el jefe del cubismo han publicado Pierre Reverdy, Maurice Raynal y Jean Cocteau, donde el ala insultante del cabello, venida de su cuenta sobre la frente, no es ala buena: por Maurice Barrés y por la mecha del testuz del toro sirio. Ya don Ramón María del Valle Inclán, Marqués de Bradomín y coronel general de los ejércitos de tierras calientes, al salir de casa de Barrés, exclamaba: “Parece un cuervo mojado…” Y todo, por esa ala insultante de cabello.
Decrefft me ha presentado luego a Picasso, a la salida de la galería Rosenberg, donde el artista acaba de hacer una pequeña exposición de sus telas. Picasso iba con su mujer, una rusa fatal y monoplana, bailarina que baila todavía, con quien casó en Italia, a raíz de la primera representación de Parade, obra decorada por Picasso y jugada por el grupo de artistas de que formaba parte la fina danzarina. Picasso, cuando le vi, llevaba hongo y su cara, un poco cínica y otro poco apretada en pascalianas fricciones de domador de circo, pulcramente rasurada, me hizo doler el corazón. ¿Por qué? ¿Por su estriado gesto de saltimbanqui trágico? ¿Por sus pómulos de héroe, que han tenido que ver de costado el sueño de sus vastas retinas? Al descubrirse, apareció el ala de cabello, como pegada a la frente. Se alejó de nosotros la pareja, el pintor y la bailarina, sonriendo, haciendo cortesía, medianas ambas tallas, acaso pequeñas, ella de azul y adarme al ristre y él muy de prisa, con su andar de negociante en leña, que olvidó su cartera en el telégrafo.
Pero Picasso ha sacado de la nada, como en la creación católica del mundo, los mejores dibujos que artista alguno haya trazado en el mundo. El valor de ellos, su encanto inmarcesible, vienen de su simplicidad calofriante. Picasso dibuja con un pulso tan torpe y tan trémulo de candor, que sus curvas parecen líneas hechas por un absurdo niño, en perfectos ejercicios escolares. Hasta Picasso no existió la línea curva. Él quebrantó la recta, por la vez primera. Y en ese quebranto reposa el gozne funcional y arlequinesco de su estética.
Múltiple, clásico, soviético, romántico, pagano, “primitivo, moderno, sencillo y complicado”. Picasso decía allá en sus años de hipos en la cuerda, en sus match sudorosos de incipiente: “Respetable público, cuando una tela no alcanza para el trazo de un retrato, hay que pintar las piernas aparte, al lado del cuerpo… He dicho, señores”.
Quien ha creado obra tan multánime e imperecedera, está en libertad de vivir, si le place, sentado en la propia nariz de Minerva, haciéndola chillar en ágoras y mercados. El genio tuvo siempre cogida por el rabo a la moral.
jueves, 22 de junio de 2017
miércoles, 21 de junio de 2017
César Vallejo ante la crítica en el siglo XXI: Fichas para una reseña
Rosas Martínez, Alfredo (coordinador)
2016 En la costa aún sin mar. César Vallejo ante la crítica en el siglo XXI. México:
UAEM.
En general, destacamos de entre esta colección de
artículos: “La mitad constituida por trabajos de autores
mexicanos; la otra, por autores de Perú” (p. 11), aquello que se vincula directamente
con nuestro propio trabajo. Por lo tanto, más es una
forma de refrescarnos la cabeza o de volver a apretar algunos cabos entre un
volumen destinado al especialista; aunque no menos a un público más amplio --es
de suponer, fundamentalmente mexicano-- que acaso recién se entera de Vallejo. Muy en particular, el cabo cultural o
multinaturalista --mejor, si no es evidente-- que atraviesa, reclama o va levantando
su propia curaduría con la obra del peruano.
De este modo, el ensayo de Francisco Xavier Solé Zapatero es uno con
el que probablemente guardamos mayor afinidad; obvio, texto en debate con uno de
coordenadas estéticas, epistémicas e ideológicas distintas, y firmado aquí por
Ricardo Silva Santisteban. Luego,
compartimos con Miguel Ángel Humán lo de la catadura performática y/o teatral
de los poemas del “cholo”; está por salir este mismo año (2017), editado por la
Associação Brasileira de Hispanistas (ABH), “Trilce/Teatro:
guión, personajes y público” y aquí se refrendan también [antes en nuestro artículo
“Trilce: muletilla del canto y adorno del baile de jarana” (2007) y en nuestro
libro Trilce: húmerso para bailar (2014)], en un sentido amplio, aquellas ideas. Asimismo, coincidimos también con
Huamán en aquello de la relevancia extraordinaria de la metonimia en toda esta
poesía; metonimia, asimismo, en tanto estado de identificación del sujeto
poético con una ecología o “mito
inscrito en el paisaje”.
Del ensayo de Luis Quintana Tejera hemos seleccionado
varios breves pasajes. Pertinentes y
sugestivos aquellos donde dialoga con Pablo Guevara; pero que no trascienden a André
Coyné u otros plañideros críticos, los restantes. Es decir, lo hemos seleccionado, en lo
fundamental, como un caso de lugar común de la crítica que debemos urgentemente
renovar y trascender.
Por último, respecto al valioso ensayo de Alfredo
Rosas Martínez: “Algunos críticos han destacado dicha importancia en
relación con el número 3: Neale-Silva (1975), Guillermo Sucre (1985); con los
números 0 y 8: Pedro Granados (2004), por mencionar algunos” (p. 21). Sólo puntualizar que el “8” (ocho) no sólo
es un número tabú o, al menos, encriptado por auténtica modestia --ya que
icónicamente representa la continuidad del “0” o lo solar, incluso durante el
crepúsculo-- en Trilce; sino que asimismo representa contacto,
cualquiera que este sea, y que deberíamos interpolar o reproducir también en la
vida o convivencia cotidianas. No nos encontramos con la epifanía del “8” leyendo a Pitágoras ni, menos, a través de Neale-Silva;
pero sí enamorándonos y contemplando activamente el paisaje de nuestro entorno.
La importancia de los
números en Trilce de César Vallejo:
una nueva visión a un
viejo problema
Alfredo Rosas
Martínez
“Alfredo Rosas Martínez retoma el tema de la
influencia de Pitágoras en Trilce. Con base en la importancia que César
Vallejo da a los números, el autor del artículo arriesga una interpretación: Trilce
es un rito de paso que va de la Armonía pitagórica a la armonía de la
'todaviizada imperfección del mundo'. La Armonía pitagórica aparece
representada en el libro de Vallejo por medio de la Tetraktys
pitagórica: la suma de los cuatro primeros números da por resultado el número
que representa la Armonía por excelencia: el número 10 (1 + 2 + 3 + 4 = 10).
Esta Armonía es ironizada y destruida finalmente. Asimismo, Rosas Martínez
señala la perspectiva de la resurrección en la poética de César Vallejo” (Presentación, p.12)
Consumación de la utopía
vanguardista: César Vallejo
y la maquinaria de
producción poética
Luis Alberto
Castillo
“La crítica suele estar
de acuerdo con que todas las vanguardias artísticas fracasaron en su intento de
ligar vida y arte. Futuristas, dadaístas, surrealistas, todos fracasaron en sus
intentos de revolucionar la vida de los hombres, quedando muchas veces en mero gesto
bufonesco e insolente contra el sistema y el statu quo. Sin embargo, la
edición príncipe de España, aparta de mí este cáliz [Monasterio de Montserrat,
por el bando republicano, en plena Guerra Civil española] pareciera dar una
perspectiva distinta del asunto” (p.114)
El humanismo comunicativo
de César Vallejo
Miguel Ángel
Huamán
“En un trabajo anterior
(Huamán, 1994), he intentado demostrar que los poemas vallejianos son
enunciados performativos que, interpretados como actos de habla, describen la
acción presente del locutor y su enunciación tiene como función específica el
cumplimiento de esa acción. En tal sentido, a despecho de la tendencia de la
crítica mayoritaria que interpreta la poesía de Vallejo en términos
referenciales o de la información que transmite, la lectura pragmática
propuesta enfatiza que los poemas vallejianos son enunciados realizativos, cuya
función comunicativa más importante consiste en obtener una respuesta solidaria
del lector, un efecto que remarca el carácter de acción liberadora de la
experiencia estético-literaria” (p. 127)
“En la poesía vallejiana
el sujeto de enunciación se desdobla en dos instancias: una personal y
subjetiva, la del “yo”, que asume la palabra o la dimensión pragmática de la
enunciación; y la otra también personal pero no-subjetiva, la del “tú”, que
asume las emociones, las esperas, los recuerdos, las representaciones, las figuras,
es decir, la dimensión pasional de la enunciación. Denominemos, siguiendo a
Benveniste, al “yo” persona subjetiva y al “tú” persona no-subjetiva. A la
persona subjetiva le está reservada la producción práctica del discurso o la
pragmática de la enunciación y a la persona no-subjetiva la dimensión cognitiva
y pasional de la enunciación” (p. 132)
“Para finalizar el
análisis, consideremos la importancia de la metonimia en los 'Poemas humanos'
de Vallejo. Este tropo, característico de la dimensión pasional, consiste en
designar una cosa o idea con el nombre de otra, sirviéndose de alguna relación
semántica existente entre ambas. Su gravitación en la lírica vallejiana es tal
que sirve de eje de muchos poemas” (p. 134)
Vida y conflicto de una
existencia creadora.
Acercamiento analítico a
varios poemas de Trilce de César Vallejo
Luis Quintana
Tejera
“Luis Quintana Tejera se
deslinda del aspecto biográfico al leer e interpretar la poesía de César
Vallejo. Al mismo tiempo, deja de lado las anécdotas relativas al origen del
término “Trilce” que da lugar al título de uno de los libros más importantes
del poeta
peruano. A partir de
algunos contenidos conceptuales extraídos de Los heraldos negros,
Quintana comenta e interpreta las expresiones y los símbolos más significativos
en los poemas I, II, XXIV y LXXVII de Trilce” (Presentación, pp.13-14)
“emergen [Trilce I] las
palabras poco conocidas para nosotros como 'calabrina tesórea' e 'hialóidea'.
Analizando estos versos, dice Pablo Guevara, el autor citado supra ['Trato,
maltrato e identidad en Lima, el no lugar', en Escritura y pensamiento,
vol. 5, núm. 11, Perú, 2002, pp. 2-3]:
Lo del aquilatamiento del
guano tiene que ver con la riqueza guanera
que fue tesoro nacional
que de nada o casi nada le sirvió al Perú como
país y como nación. Se
sincretiza esa terrible desilusión en la figura
de “calabrina tesórea”;
compuesta de la voz náutica “calabrina” o
“calabrote” que es un
cable grueso que se tira al mar para acoderar
o anclar al que se suma y
funde en la alusión todas esas islas guaneras
que fueron el tesoro del
Perú a fines del siglo
[…] Además, las
sensaciones siguen desfilando por estos versos; si antes había sido lo térmico
y lo gustativo, ahora irrumpe lo sonoro mediante esos “soberbios bemoles”,
dicho con letra mayúscula para resaltar su presencia incuestionable” (pp.
147-149)
“Conviene insistir en la
noción espacial que involucra al sujeto de estos versos. Lo que le sucede al
territorio del poeta se transfiere a su propio ser como algo inherente e
inconfundiblemente doloroso. Por ello, lo que decimos de la península lo
extendemos hasta envolver al hombre que sufre y llora por esta misma tierra. Y
es precisamente esta península que se muestra impertérrita, inmutable,
inalterable, impávida y que registra en su propio seno lo que le está pasando
al sujeto lírico, para concluir con aquello de: 'en la línea mortal del
equilibrio'” (p. 149)
“En resumen [Trilce II],
la poética de Vallejo se mueve en un plano preponderantemente escéptico en
donde esperar sometidos a la arbitrariedad del tiempo que pasa es un verdadero
absurdo. Pero el hombre se aferra a la ilusión que aparece oculta en el futuro
y continúa buscando aunque de nada le sirva” (p. 154)
“Los poemas de Trilce aquí
comentados desconciertan al principio, pero nos conducen después al encuentro
de la gran verdad poética disfrazada ahora por la aparente máscara
vanguardista” (p. 159)
José María Eguren y César
Vallejo: simpatías y diferencias
Ricardo
Silva-Santisteban
“Eguren es un simbolista,
el único que existe en la literatura de lengua castellana;
mientras que Vallejo,
luego de su paso por el modernismo, un vanguardista que todavía nos asombra por
no haber perdido nunca en este tipo de expresión su dimensión humana. Hubo
varios críticos que reconocieron la poesía de ambos. Enrique A. Carrillo
escribió un espléndido ensayo sobre la poesía de Eguren, en 1916, y Antenor
Orrego, otro, igualmente espléndido, para presentar la primera edición de Trilce. Pero quien se encargaría de considerarlos
como escritores claves del proceso de la literatura peruana sería José Carlos
Mariátegui en su libro clásico 7 ensayos de interpretación de la realidad
peruana, en 1928” (p. 197)
“Si bien Vallejo, gracias
a Juan Larrea y Gerardo Diego, publicó en Madrid la segunda edición de Trilce,
sus otros dos libros, Rusia en 1931 y la novela El tungsteno,
podemos considerarlos obras de circunstancias motivadas por intereses
alimenticios. Eguren, por la misma fecha y causa, comenzó a entregar a
publicaciones periódicas unos textos singulares imposibles de clasificar, que
más tarde pensó publicar con el título de Motivos estéticos […] es un
libro extraordinario, escrito en la prosa más bella con que se ha expresado la
literatura peruana. Constituye la última floración de Eguren, que ya había
dejado de escribir poesía” (p. 198)
“Como se puede advertir
[crónica de Ciro alegría], el desencuentro se da por tratarse del ejercicio de
dos poéticas distintas. Si Vallejo tenía conocimiento de toda la poesía de
Eguren, gracias a la edición de José Carlos Mariátegui, en el caso de Eguren
hay que mencionar que sólo tenía conocimiento de Los heraldos negros y Trilce,
pues su poesía escrita en Europa fue de publicación póstuma. Debe recordarse,
además, que Trilce, libro realmente difícil, sólo fue domado, por
decirlo así, por la crítica y los estudios literarios con el pasar de los años”
(p. 201)
Problemas de la “solución
artística” y poética de El tungsteno, de César Vallejo, a partir de sus
posibles relaciones con textos posteriores
Francisco
Xavier Solé Zapatero
“Estamos, pues, frente a
una compleja red de relaciones –a la que podemos llamar poética histórica– que
tiene como base, justamente, El tungsteno. Vallejo era y es, pues, como
dice Arguedas, el principio y el fin. Basta con percibir el carácter
difuso, disperso, fragmentario de todas estas novelas para comenzar a
constatarlo. De manera que esto pareciera estar relacionado, y he aquí lo
importante, tanto con cierta forma de ver el mundo como con cierta manera de
relatarlo. Me refiero, evidentemente, a la de los indios y sus descendientes.
De hecho, si tomamos, por ejemplo, una serie de cuentos orales o leyendas de
una cierta región y las conjuntamos, podremos darnos cuenta de que, a pesar de
su aparente fragmentación, todas están relacionadas entre sí en una unidad
indisoluble. Que esto es así, se confirma en un artículo publicado en el
momento más candente de la polémica indigenista que protagonizaron Mariátegui y
Luis Alberto Sánchez, en la que Vallejo insistía en que lo fundamental para
hacer “arte indígena” radica en poseer “sensibilidad indígena” (p. 206)
“Pero hay más. Esta
relación (repito, no tanto temática, sino configurativa, de poética) también se
puede observar entre otros textos. Tal es el caso de la relación entre “El
unigénito” (1923), de Vallejo, y “Luvina” (1953), de Rulfo, donde un hombre
habla con
otro, sin que nunca
escuchemos su respuesta, asunto que acontece de cierto modo en Pedro Páramo (1955),
pues a mitad de la no vela nos percatamos de que Juan Preciado habla en la
tumba con Dorotea, cuestión que se manifiesta poco antes de que ambos, al
confrontarse, guarden
silencio. Esta forma de relatar, como se
sabe, vuelve a aparecer (fuertemente complejizada, por supuesto), en El gran
Sertón: veredas (1956), de Guimarães Rosa.
De aquí que se pueda
decir que El tungsteno y otros de sus relatos son mucho más valiosos en
sí mismos y profundamente más trascendentes para el desarrollo del cuento y de
la novela llamada “transculturada”, de lo que se haya admitido en general hasta
ahora. Es, pues, hora de recuperar El tungsteno y ubicarlo en el lugar
de honor que le corresponde […] Esto no sólo nos alejará del supuesto realismo
socialista, donde tiende a ubicársela y etiquetársela, sino que también nos
mostrará las profundas innovaciones que en ella aparecen, insisto, quizá tan
impactantes como las de su poesía.” (p. 207)
“Se comprenderá ahora qué
vieron Arguedas, Rosario Castellanos y Rulfo al leer El tungsteno: una
forma de “leer” el mundo “occidental” desde una perspectiva india “mágico-mítica”,
puesto que estas creencias [Ej. mito de Inkarrí], aunque nos sean idénticas y
estén más o menos entreveradas u olvidadas como resultado del mestizaje, no son
privativas del Perú” (p. 212)
“De forma que en El
tungsteno, de César Vallejo, encontramos una nueva manera de organizar
artísticamente la información sobre ese complejo mundo bicultural; dicha manera
parte de la “sensibilidad indígena”, posición y perspectiva que,
posteriormente, servirá de base a otros autores como Arguedas, Rosario
Castellanos, Rulfo, Guimarães Rosa, entre otros, para crear sus propias obras
maestras. Vallejo es, pues, definitivamente, el principio y el fin, tal como decía
Arguedas” (p. 218)
lunes, 19 de junio de 2017
"Vallejo sabía reír"/ Jorge Kishimoto Yoshimura
Vallejo, Gibson, Huidobro, Riquelme, Larrea y More. Cita en el café Le Dôme en Montparnasse.
Percy Gibson por fin conoció a Vallejo en el famoso café Le Dôme, en el barrio de Montparnasse, corroborando, en persona, ese gran sentido del humor que siempre caracterizaría a César Vallejo, cuando señala, por ejemplo, que “El gran poeta y el gran humorista surgían desde las profundidades del cholo de Santiago de Chuco”, o cuando destaca que “Era una fiesta estar con el ‘Cholo’”.
sábado, 17 de junio de 2017
César Vallejo: Mediador multinaturalista (Testimonio)
Comprobamos en la UFAC (Acre, Rio Branco, Brasil), y de modo
fehaciente, que César Vallejo no es sólo un gran poeta; sino también --por
cierto, no únicamente entre los Andes y la Amazonía-- un extraordinario mediador conceptual. Sobre todo cuando propusimos poner en paralelo,
en el aula, nuestras lecturas autobiográficas o auto-ficcionales de “Borges y
yo” (El hacedor, 1960) y “Huaco” (Los heraldos negros, 1918). A través de este ensayo fue patente ver cómo
tenemos en la poesía del peruano una alternativa al “giro lingüístico” que
representa la obra de Jorge Luis Borges.
Por lo tanto, percibir cómo del humanismo (autobiografía en tanto “autenticidad”,
susceptible de evaluarse por la historia, psicología, sociología, etc.),
pasamos al concepto de autobiografía como “escritura” (personificación o prosopopeya). Y de aquí al posthumanismo o mejor cabría denominar multinaturalismo o “giro
ontológico” --que no tiene ya más al hombre como centro, sino que junta cultura
y naturaleza-- el cual ilustra, repetimos, sobremanera la obra de
César Vallejo. Tercera vía --respecto al
humanismo y al “antihumanismo”-- la advertida ya por los estudiosos brasileños Tânia
Stolze Lima y, de modo acaso más sostenido, Eduardo Viveiros de Castro desde
1996. En este sentido, no dudamos que en
los próximos años --aunque para bien, porque se va en busca del sentido-- se configure todo un fenómeno
epistémico global; algo semejante a un “Ayahuasca Vallejo”. Que esto último no constituya depredación y poesía. Que queden algunos réditos por aquí y que aquello no
se patente --en exclusiva-- en el primer mundo, depende únicamente de nosotros.
domingo, 11 de junio de 2017
César Vallejo: Mediador multinaturalista
UNIVERSIDADE FEDERAL DO ACRE
PROGRAMA DE PÓS-GRADUAÇÃO EM LETRAS
Rio Branco (junio 5-9)
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