sábado, 3 de noviembre de 2018
domingo, 7 de octubre de 2018
LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN DE VASINFIN
LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN DE VASINFIN
Centenarios de Los
heraldos negros (1918) y Trilce
(1922)
Trilce (1922) y la poesía
argentina de 2022
Pedro Granados, PhD
Sumilla
Intentamos poner al día o retomar aquí el estudio
sobre las relaciones que, en el contexto de la poesía de los países de nuestra
región, han establecido el Perú y la Argentina; en particular, aquéllas que
podemos percibir en los años más recientes.
Es decir, la poesía argentina culta o letrada, en libro o en plaquette, cuyos representantes, de
seguro muy jóvenes, publican desde comienzos de este milenio y próximos al
centenario de Trilce. En específico, buscamos entender mejor
algunas ideas que sobre la poesía argentina última se han ido esgrimiendo en el
mundo académico; como, por ejemplo, aquéllas que defiende Anahí Mallol [1]:
Al leer
la poesía argentina reciente uno queda, en cierto sentido, devastado, porque
los textos de la poesía argentina contemporánea son inteligentes y a la vez
indigentes (dan cuenta de una mirada que comprende y entiende y no organiza
porque no hay nada que organizar, sino sólo dar cuenta de un derrumbe que no es
un apocalipsis propiamente dicho; hablan de un final que ha estado aquí desde
el inicio mismo, sólo que ahora se acelera por la inacción del que no le encuentra
sentido a nada)
Sobre todo porque, desde nuestra perspectiva,
Vallejo se erige hoy por hoy, y para toda nuestra región, en un extraordinario
mediador cultural y conceptual [2] --multinatural
(Eduardo Viveiros de Castro)-- que quisiéramos cotejar mejor o hilar más fino
para el caso de la poesía rioplatense. Ya que no es exacto que Vallejo se refugiara en lo
etnográfico (el pasado incaico o precolombino, la piedra, los andes) para
intentar paliar o consolarse de la tragedia que constituía la Guerra Civil Española
(Georgette de Vallejo y Stephen Hart dixit). No es la cultura un mero
sucedáneo de la política. Muy por el contrario, Vallejo encontró --en
realidad desde Los Heraldos negros y,
sobre todo, en Trilce [3]-- y nos acercó la cultura para
entender y darle sentido a la política e incluso al desastre; incluso a la
muerte propia (Clayton Eshleman). Es más, como buen amerindio, juntó el orden de la
naturaleza al orden de la cultura (en el mito) e incorporó incluso la violencia
a su pecho multinatural y a su poesía multidimencional. Aunque no
únicamente de un modo llamémosle emotivo (romántico o surrealista, al modo de
Pablo Neruda), sino además en tanto mediación conceptual: trasatlántica e
intergaláctica.
Por último, decíamos más
arriba retomar porque ya en nuestro ensayo, “El diálogo Borges –Vallejo: un
silencio elocuente” [4], levantamos
tal curadores una serie de correspondencias --la mayoría no explícitas ni
obvias-- entre las poesías del argentino y el peruano. Correspondencias más bien, algunas de ellas,
sorprendentemente afines.
[1] “Algunas visones del vacío y la nada en la poesía argentina
contemporánea”, Revista Laboratorio,
2017.
http://revistalaboratorio.udp.cl/wp-content/uploads/2017/08/Anah%C3%AD-Mallol.pdf
[2] “César Vallejo: Mediador multinaturalista (Testimonio)”
http://blog.pucp.edu.pe/blog/granadospj/2017/06/17/cesar-vallejo-mediador-multinaturalista-testimonio/
[3] Pedro Granados, Trilce: húmeros
para bailar (Lima: VASINFIN, 2014)
[4] Variaciones Borges: revista del Centro de
Estudios y Documentación Jorge Luis Borges, Nº. 23, 2007, 183-206.
César Vallejo al (multi)natural:
Biografía
Pedro Granados, PhD
Sumilla
Investigar las diferentes etapas de la poesía y narrativa de César Vallejo; y también las biografías canónicas de este mismo autor (Juan Espejo Asturrizaga, Georgette de Vallejo, Stephen Hart, entre otras) bajo los parámetros de la perspectiva simétrica (Bruno Latour) o multinaturalista (Eduardo Viveiros de Castro) o, lo que el mismo César Vallejo denomina en sus crónicas de 1926, “fisiológica”: “La cuestión clave del arte y de la poesía nueva es fisiológica”[1]. En otras palabras, intentaremos levantar –cual una serie de capas o niveles yuxtapuestos y simultáneos[2]: histórico, político, médico (narrativas, suyas o de otros estudiosos, sobre su enfermedad), cotidiano, mítico– y editar en formato digital un nuevo tipo de biografía del autor peruano por ahora planteada sólo, en lo fundamental, desde una perspectiva historicista, positivista o unidimensional; lo cual, a su vez, sirva como precedente o modelo para otras biografías en la región. Biografías multinaturalistas y polidimensionales, tanto de individuos como de colectivos sociales, vinculados fuertemente no solo a la historia o a los
Investigar las diferentes etapas de la poesía y narrativa de César Vallejo; y también las biografías canónicas de este mismo autor (Juan Espejo Asturrizaga, Georgette de Vallejo, Stephen Hart, entre otras) bajo los parámetros de la perspectiva simétrica (Bruno Latour) o multinaturalista (Eduardo Viveiros de Castro) o, lo que el mismo César Vallejo denomina en sus crónicas de 1926, “fisiológica”: “La cuestión clave del arte y de la poesía nueva es fisiológica”[1]. En otras palabras, intentaremos levantar –cual una serie de capas o niveles yuxtapuestos y simultáneos[2]: histórico, político, médico (narrativas, suyas o de otros estudiosos, sobre su enfermedad), cotidiano, mítico– y editar en formato digital un nuevo tipo de biografía del autor peruano por ahora planteada sólo, en lo fundamental, desde una perspectiva historicista, positivista o unidimensional; lo cual, a su vez, sirva como precedente o modelo para otras biografías en la región. Biografías multinaturalistas y polidimensionales, tanto de individuos como de colectivos sociales, vinculados fuertemente no solo a la historia o a los
procesos sociales, sino también a la geografía o mitos inscritos en el
paisaje (Chocano, Usandizaga y otros).
[1] En las huellas del neurólogo Antonio
Damasio, y tal como expone Anna Caballé: “la identidad reside en el cuerpo
antes que en la mente […] es una cuestión biológica, antes que lingüística o
cultural”. A lo que cabría agregar, para matizarlo y darle una cobertura
ontológica y no menos latinoamericana a nuestra lectura de César Vallejo: “es
más verdad la geografía que la historia” (Caballé); en referencia a los mitos
inscritos en los paisajes en los que hemos nacido, le haríamos decir nosotros.
[2] “Una de las diferencias con Europa […]
es que los incas pensaban que el pasado, el presente y el futuro eran paralelos
(suceden al mismo tiempo) y no lineales […] Eso explica por qué sacaban a
las momias en procesiones, al público. La gente que podía mediar entre las
diferentes vidas era muy poderosa […] Si crees que el pasado, presente y futuro
son paralelos, lo único que los une es un lugar físico. Una montaña, una piedra
particular se convierte en el punto de conexión entre el pasado, presente y
futuro. Lo que para los europeos era una cima de una colina, para los
incas podía ser un lugar sagrado, de gran importancia. La gente todavía no
entiende esas percepciones del paisaje, la importancia de los lugares” (Cooper
2017).
Vallejo y Agamben. La potencia de la
palabra nueva
Mg. Carlos Quenaya
Sumilla
A grandes rasgos, nos proponemos
seguir la indicación del filósofo italiano Giorgio Agamben y explorar, a partir
del marco de su “poética de la inoperosidad”, la epistemología de Trilce.
Intentaremos, pues, hacer visible la recepción de Vallejo en el pensamiento
político y estético del autor italiano y, paralelamente, sugerir otras
posibilidades epistémicas y políticas presentes en el poemario de 1922, con el
fin de ampliar el marco de la reflexión agambeniana. En tanto crítica de
la concepción metafísica del lenguaje, Trilce sería un preclaro ejemplo de
liberación de las potencias de la lengua. En tanto apelación a un nuevo lector,
su fuerza performática supondría la instauración de un comienzo, un
acontecimiento puesto en marcha por su palabra nueva.
Lima,
6 de octubre, 2018.
martes, 14 de agosto de 2018
César Vallejo musical
Mención necesaria y liminar, en este ensayo, merece el famoso artículo de Xavier Abril (“Vallejo, la música, exégesis del poema XLIV de Trilce, el influjo mallarmeano y la crítica”) (Abril 63-91). Título y palabras claves, a un tiempo, que nos permiten asentir en lo sustancial con aquel talentoso crítico peruano, sobre todo con su postura contra la “incuria ultraísta” o vanguardista según la cual Vallejo –en Trilce— renunció a la música. Aunque, no asentir, en el focalizado y sistemático fervor mallarmeano que Abril cree entrever en la poesía del autor de Los heraldos negros. En síntesis, acierta el autor de Exégesis trílcica, cuando percibe aquel poemario de 1918 en franco “acatamiento rubeniano” o verleniano y, no menos, pleno de “referencias musicales”. Ni sólo Mallarmé –aquello de que no se trata ya más de “trozos sonoros regulares o versos, sino de subdivisiones prismáticas de la Idea”– ni únicamente la música culta o europea constituyen aquello que satisface a plenitud al “melómano” Vallejo. Sino que fue también, y sobre todo, la música popular o cotidiana o incluso “mítica” (glosolalias cuyas ondas, según Paul Zumthor, persisten aunque la cultura que las originó haya históricamente desaparecido) a lo que César Vallejo, en lo fundamental, y en toda su riqueza y complejidad, supo prestar oídos.
miércoles, 1 de agosto de 2018
INCA O DATA. Mudez, habla y deshabla en un poema de Paul Celan/ Andrés Ajens
Parcialmente leído en Jornadas Oscar del Barco; Departamento de Filosofía, UMCE, Santiago de Chile, 10 de agosto 2017; una versión precedente, levemente diferente, viene en Estudios bolivianos No 27 IEB, UMSA, diciembre 2017, La Paz.
http://blog.pucp.edu.pe/blog/granadospj/wp-content/uploads/sites/97/2018/07/Inca-o-data2c-AAjens.pdf
miércoles, 25 de julio de 2018
ARCHIVO VALLEJO VOL. 1 Nº 1 ENERO- JUNIO 2018. REVISTA DE INVESTIGACIÓN DEL CENTRO DE ESTUDIOS VALLEJIANOS (Reseña II)
De manera semejante a como Stephen Hart, sin querer queriendo, intentó sugerirnos en su ensayo, “El cadáver exquisito de César Vallejo”, aquello de que cuando leemos la poesía del peruano levantamos un cuerpo –tal cual en una curaduría, tridimensional o multidimensional–, de uno muerto y simultáneamente vivo (Inkarrí o Túpac Amaru o su madre o cualquier animal o el voluntario de España mucho más que el de un Cristo crucificado); del mismo modo, otros ensayos de este mismo volumen, giran alrededor de algo más o menos equivalente. Es decir, giran alrededor, aunque sin mencionarlo, del impacto de la lectura vallejiana y multinaturalista de Pedro Granados. Para intentar fundamentarlo, no nos parece ocioso recordar que este crítico ya encontró y demostró la continuidad –enmadejando su aparente y no menos canónico abismo teórico– entre Los heraldos negros y Trilce; tanto como permitió percatarnos, en cuanto a los “Poemas de París I”, que el semen humano puede también copular y fecundar una piedra, y su virtual producto –huevo cigoto– pasar a constituirse en primicia de un nuevo proceso evolutivo o de una nueva humanidad (post-antropocéntrica). Todo esto en la tesis de PhD de Granados para Boston University (2003) (capítulos 1 y 2) y publicada al año siguiente tanto en México (BUAP) como en el Perú, Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo (Lima: Fondo editorial PUCP, 2004). Aparte de libros y artículos más recientes que inciden, sobre todo, en el patrimonio cultural –jamás decorativo, melancólico, chauvinista o profesional– del “Cholo” nacido en Santiago de Chuco.
De este modo también ya estamos reseñando, aunque de manera sucinta, el interesante ensayo de Dominic Moran, “Trilce XXXVII: arte poética de la evolución”; citamos a esta docente de la University of Oxford:
“Según Bergson, la naturaleza esencialmente creadora de la duración evolucionista significaba que su curso no era ni inevitable ni previsible, que en principio pudo haber seguido una numerosidad de caminos […] Esta concepción radicalmente ingeniosa de la evolución podría explicar la aparentemente extravagante conficuración de los elementos ‘boca’, ‘dientes’ y ‘cristal’ [Trilce XXXVII: ‘Este cristal aguarda ser sorbido’] que de tan familiares hemos llegado a considerar fijos y necesarios y no transitorios y sujetos al cambio” (63)
Huelgan comentarios, en conexión de lo que más arriba decíamos sobre los “Poemas de París I”. Sin embargo, lo que sí quisiéramos destacar es que a partir del texto de Moran podríamos postular el siguiente esquema respecto a las diferentes perspectivas, finalmente interrelacionadas, con las que se aborda ahora mismo el estudio de la poesía de César Vallejo y, en general, acaso toda la obra vallejiana:
A Metamorfosis – Cultura
B Ciencia
C Mito: Cultura (A) + Ciencia (B)
Esquema que es un poco por donde van o retornan –y asimismo se reelaboran– los tiros críticos recientes. Si no, vayamos a esta conclusión de Alain Sicard sobre su propio ensayo, “La épica como pasión: reflexión sobre el exordio de España, aparta de mí este cáliz”:
“No nos parece exagerado decir que Vallejo vive la guerra de España como una visión histórica de la Pasión. Histórica, queremos decir, sin dios, sin trascendencia. Desde este punto de vista toman toda su importancia las ‘caídas de arquitecto’, y la inflexión que dan al poema hacia una ‘crucifixión a lo humano’”
Aunque infelizmente, van a disculpar si insistimos en esto, perspectivas y aportes de los vallejólogos, alrededor de la complejidad, que formatean –una y otra vez– al poeta como si éste fuese no universal, sino nada más otro de los suyos y cuya obra bastaría a ser descrita del modo suficiente :
“podemos rastrear en su escritura [de Vallejo] las huellas de un discurso que conduce su pensamiento desde las teorías de Taine, Rodó, Haeckel o Max Müller (etapa de Los heraldos negros), pasando por Maeterlinck, Nietszche, Shopenhauer, Hegel y los positivistas-evolucionistas (Trilce), hasta llegar al materialismo dialéctico de los Poemas Póstumos (Merino 250-251) [Antonio Merino, “Las estaciones de lo Real. César Vallejo y la (no) poética del 27”].
Para no referirnos, en específico, a los vallejianos peruanos, presentes también en este volumen, cuyos artículos son como una caricatura o, peor todavía, como una mueca aburrida respecto al de sus pares extranjeros.
lunes, 23 de julio de 2018
ARCHIVO VALLEJO VOL. 1 Nº 1 ENERO- JUNIO 2018. REVISTA DE INVESTIGACIÓN DEL CENTRO DE ESTUDIOS VALLEJIANOS (Reseña I)
Nuevo formato de las Actas del “Vallejo Siempre”, congreso bianual (2014, 2016, 2018), y hoy por hoy “Revista de Investigación del Centro de Estudios Vallejianos”; cuyo primer número reúne las actas del congreso llevado a cabo recientemente en Salamanca. Catadura del conjunto que, aunque pretende ser especializado, constituye más bien una miscelánea; esto por la factura muy desigual de los contenidos. Sin embargo, y para contento de todos, no faltan ensayos o pasajes de artículos en este mismo número que reflejan compromiso con la investigación, frente a refritos u obviedades, más una palabra viva, frente a una escritura moribunda.
Acaso el más intenso y logrado de todos sea el de Stephen Hart, “El cadáver exquisito de César Vallejo”, y que tratándose de cadáveres vivos y del brillo del oro (‘metal’ y ‘plegaria’) y de los colores del crepúsculo, “!Oh botella sin vino [vida, verdad, verdadismo, Sol, “gracia incaica”, vaso de sangre]! ¡O vino que enviudó de esta botella!…” Hart no se remite a Inkarrí ni cita siquiera algo de nuestros libros que se regodean alrededor de ello, Trilce: húmeros para bailar(2014) ni Trilce/teatro: guión, personajes y público (2017).
Samain diría el aire es quieto y de una contenida tristeza
Vallejo dice hoy la Muerte [la Vida] está soldando cada
lindero a cada hebra de cabello perdido, desde la cubeta
de un frontal , donde hay algas, toronjiles…
En un aspecto importante, el rechazo de Vallejo al Surrealismo en tanto burgués, efectista, políticamente oportunista y finalmente “muerto” (‘sin vida’) es análogo al de Alejo Carpentier (El reino de este mundo) en su crítica a André Breton; pero resulta exclusivo del peruano, en su debate con aquella escuela europea, rescatar y encumbrar –aunque de modo sutil o casi a manera de un secreto– el aspecto cultural solar, amerindio o andino, y no menos multinaturalista (animal, vegetal, post antropocéntrico en suma). Herencia o legado, absolutamente vivo en Vallejo, y sin el cual, aunque demos con el manubrio [“crea, en efecto, otro cadáver del material del cadáver exquisito, pero el cadáver de Vallejo es vivo y, en algún sentido, eterno” (Hart 345)], no acertaremos a abrir del todo la puerta de su poesía. Como hemos dicho en otro lugar –en concreto en la conclusión de Trilce: húmeros para bailar— el “vanguardismo” del poeta peruano no está constituido realmente de fragmentos (desde Apollinaire); sino más bien, como en el caso del cuerpo de Inkarrí, de redes o fragtales. No se trata de algo en ruinas, devastado o absurdo; sino de algo radicalmente actual y vivo. No se trata de folklore (“me friegan los cóndores”), se trata de patrimonio inmaterial. No se trata de Darwin, se trata de pensamiento amerindio o multinaturalismo. No se trata de ser glocal (global-local) para entender mejor al poeta; como si esto consistiera en aumentar o multiplicar las miradas en un mismo rasero dimensional o sintagma coordinado (Europa + USA + América Latina, etc.). Se trata, más bien, de subir y bajar ontológica o culturalmente; a modo de los Zorros de José María Arguedas y donde el autor de Trilce, según el propio José María, es el primero entre todos ellos: no dos seres o dos personas o un consumado “hipócrita” (culpable/inocente, surrealista/no surrealista…). Aquello de global/local se haya sobrepasado a la hora de leer a Vallejo. “Botella” es icónicamente un ser humano, tal como “vino” constituye el color de la luz del crepúsculo (no aquélla todavía melancólica o rubendariana de Los heraldos negros, sino la abrumadoramente epifánica y simétrica de Trilce) que llenaba a dicho ‘ser humano’; pero lejos de ya no estar habitándolo, el “Vino” se siente viudo de la “botella”. Ética del cuidado o de la compasión –bien observada por Alain Sicard, otro crítico que se queda sólo en el manubrio, aunque para otro texto y recreando un contexto más bien místico-cristiano– del “vino” ante el nihilismo en que derivaron Bretón y los suyos y, en general, también la cultura europea (¿de los 20′ del siglo pasado, de los años 20 del actual?). Esta dialéctica que, aunque ambas convivan en Vallejo, no es la marxista, es fundamental para leer también, y acaso sobre todo, los Poemas humanos.
Otros ensayos que llamaron poderosamente nuestra atención, y que en algún momento también someramente reseñaremos (dado el formato de nuestro blog). Son los firmados por los consagrados críticos Dominic Moran, Alan Smith Soto, José Julio Vélez Sainz, Antonio Merino; y por los jóvenes y talentosos profesores Laurie Lomask y Joseph Mulligan.
miércoles, 18 de julio de 2018
Chuponeo a los biógrafos de César Vallejo
La muy reciente publicación de los Manuscritos poéticos de César Vallejo, por parte de Enrique Ballón Aguirre, ha traído consigo, aparte del tan significativo acceso a aquellos papeles junto a un minucioso estudio –de más de seiscientas páginas firmados por el lingüista peruano–, el destape de un auténtico submundo en lo que atañe a los vallejólogos o biógrafos de nuestro “Cholo” universal. Libelo, mejor convendría denominarlo, el que Ballón ventila en su “Preámbulo” (páginas 5-26) y torna al desconcertado lector en un escéptico radical –todos los vallejólogos terminan por ser gente de muy baja estofa–; incluido el propio autor del libelo. Estudioso que acaba de hacer público, aunque por la misma fecha ya lo supieran Pablo Macera y Fernando de Szyszlo (p. 25), que en 1978 recibió en calidad de donación los manuscritos del poeta. Aunque, más que donación, mejor cabría hablar de canje, dados los buenos oficios de Ballón en tanto estudioso de Vallejo, abogado y facilitador editorial de la myor consideración y complacencia por parte de la autora deMasque de Chaux (Máscara de cal). Es más, desde aquel “Preámbulo”, pareciera que su autor se aproximó y brindó apoyo a la viuda de Vallejo en tanto y en cuanto ya conocía –por intermedio de E. González Bermejo desde 1976 (p. 23)– de la existencia de aquellos manuscritos. Obvio, Ballón intenta en primer lugar –no con cierta inmodestia o sostenido auto exhibicionismo intelectual de su parte– limpiarse de la acusación de apropiación ilícita de un trabajo ajeno y que hasta hoy lo toca, aquel de la reunión de las crónicas vallejianas por obra de Jorge Puccinelli. El asunto es que, con sus luces y sombras, Ballón logra que Puccinelli (fallecido el 2012) caiga bajo sospecha de hurto impune. Para el efecto, convoca y se apoya en la autoridad de Luis Alberto Sánchez y, constituye una constante, en la complicidad de Georgette de Vallejo. ¿Ladrón que roba ladrón? Según aquel “Preámbulo”, fue otra vez la viuda la que proporcionó a Ballón –y por lo tanto no tenía necesidad de hurtárselas a nadie– las crónicas que publicara nuestro “autor sin derechos de autor” en el Diario El Norte (1923-1926) y que constituyen el eje del problema. Librados aquí de culpa no queda casi nadie, con excepción de Georgette y el propio Ballón por supuesto. Evidentemente, Juan Larrea, André Coyné, Gonzalo More, conocidos enemigos de la viuda, son pasto del fuego. Pero algo semejante ocurre, por enemistad con una o con otro, con José Miguel Oviedo, Antonio Cornejo Polar y alguno más. Algo semejante, con el prurito de no haber contextualizado sus minuciosos hallazgos, ocurre con la crítica de Ballón a los trabajos de Giovanni Meo Zilo y Roberto Paoli. Crítica, esta última, para nada gratuita ya que el perfil de ambos estudiosos italianos es relativamente semejante al del propio Ballón. Es decir, un tanto, aunque no del todo, al margen del libelo, la “clamorosa falta de interpretación del sentido contextualizado de cada composición” (p. 22) es únicamente la de ambos peruanistas y de ninguna manera la de Enrique Ballón. Hecho, este último, que por nuestra parte hemos debatido hace muy poco al reseñar un artículo de nuestro compatriota y ahora más famoso todavía gracias a los manuscritos vallejianos, “Diglosia poética: Vallejo/Verlaine“.
Por último, lo que deseamos puntualizar es que frente a tanta manipulación de los datos de la vida del nacido en Santiago de Chuco. Es decir, frente a los gruesos intereses de variada índole por parte de los vallejólogos y, además, no menos miopía crítica que media en la elaboración de su biografía fáctica. Por ejemplo, presente también aquí, aquel auténtico fetiche de la “evolución política” de Vallejo en sus poemas póstumos, como si en Los heraldos negros o en Trilce no existiera desde ya una plenitud “política” aunque, acaso, con ingredientes culturales distintos. Por lo tanto, deberíamos más bien, y haciendo el camino inverso, ir de sus poemas a sus crónicas e incluso a su biografía. En otras palabras, deberíamos elaborar, y creemos se hace urgente y necesario, una suerte de biografía “interna” y multinaturalista. En eso estamos y a eso los convocamos.
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