lunes, 6 de octubre de 2014

Trilce: húmeros para bailar/ Miguel Pachas Almeyda



César Vallejo es un escritor autobiográfico por antonomasia, porque su vida está estrechamente ligada con su obra. Diversos estudiosos han dado cuenta de esta invariable relación que en el caso de Vallejo es una realidad incuestionable. Según Antenor Orrego, Trilce marcó “una superación estética en la gesta mental de América” y que en sus versos el poeta entregaba “una versión más directa, más caliente y cercana de la vida” (1). José Bergamín enfatizó que en esta obra se proyectaba el pensamiento espiritual “y no literalmente, por la palabra, en puras relaciones imaginativas, desnudas del ropaje habitual metafórico, descarnadas así, secamente, como una sacudida eléctrica” (2). Ricardo González Vigil, por su lado, conjeturó que “la fuente central de Trilce” fue  el espacio comprendido entre 1918-1922, una “temporada en el infierno, lleno de heridas terribles que agudizaron el desarraigo, la crisis y la angustia” que padeció el poeta por esos años (3). Pedro Granados, complementando las afirmaciones anteriores, afirma que “Trilce es un poemario performático” que sitúa la vida de Vallejo en el contexto social, cultural, económico y político de la Lima de entonces.

Una visión contextualizada, sin duda, de lo que significó y significa Trilce como obra y constancia de la vida limeña de Vallejo, que Pedro Granados propone en su nuevo libro titulado: Trilce: húmeros para bailar.  Con esta obra, el autor libera al poeta de ese enclaustramiento de hombre apesadumbrado y derrotado que la oficialidad ha tratado de imponer, y nos brinda a un Vallejo alegre, bailarín y jaranero; es decir, al hombre y al poeta que sabía vivir la vida como cualquier mortal. Bajo esta interesante óptica, el autor considera que es hora de realizar una lectura diferente del segundo poemario de Vallejo, una en la que “no se insista  en castigar a Vallejo; en mantenerlo encarcelado; o que lo ate a una noria de postergaciones y decepciones sin fin” (p. 13).

En efecto, ¿Cuál es el escenario donde Vallejo realizó esa acción artística llamada performance y que luego cristalizó en Trilce? ¿Quién o quiénes fueron los personajes que lo acompañaron en esta especie de muestra escénica cargada de una vitalidad extraordinaria? Granados considera que si bien Vallejo no fue nativo del “Cercado [de Lima], Malambo, Monserrate, Malambito, La Victoria, El Rímac o Barrios Altos, tuvo como escenario fundamental a este último barrio mencionado, lugar donde vivía nada menos que su “musa trílcica”, la hermosa celendina llamada Otilia Villanueva Pajares. Los personajes secundarios fueron la  gente “negra, zamba y chola” que vivían en los callejones –en plena modernización de Lima– y que gozaban con la música y el baile de moda de entonces como la “marinera limeña o, más específicamente, la resbalosa o refalosa: música y coreografía privilegiada de la jarana, de la fiesta popular” (p. 14).

¿Vallejo bailando marinera en los callejones limeños? Por supuesto que sí, nos imaginamos verlo allí con pañuelo en alto y girando galantemente alrededor de Otilia. Trilce XXXVII, una de las 30 composiciones que dedica a Otilia (de los 77 que posee el poemario), es una prueba contundente. El poeta la había conocido cuando se desempeñaba como profesor en el Colegio Barrós en el centro de Lima.  En los versos del poema mencionado, Vallejo nos habla del performance más notable que ha tenido con la amada y que ha dejado escrito para la posteridad: “He conocido a una pobre muchacha / a quien conduje hasta la escena… // Me gustaba su tímida marinera / de humildes aderezos al dar las vueltas, / y cómo su pañuelo trazaba puntos, / tildes, a la melografía de su bailar de juncia…”.

Granados propone que Trilce, aparte de pasar de lo “hermenéutico a lo acrobático”; del “Yo no sé” de Los heraldos negros a una “plasmación semánticamente menos estable”, reproduce en sus versos una “clave de marinera limeña”. Es más, el autor señala que esta obra poética –que pasó incomprendida e incluso ninguneada por la crítica limeña*– “no solo nacería acicateado por la música popular que escuchara y bailara Vallejo”, sino que en su conjunto “reproduciría una situación festiva: musical, literaria y corporal, por ende, a manera también de una jarana”.

Dedicado en estos últimos años a la investigación sobre la vida política de César Vallejo en el Perú, coincido con Pedro Granados en cuanto a que Trilce “es un poemario absolutamente social, político y utópico, aunque no por ello menos erótico, pornográfico incluso, y donde se abren las compuertas a un lenguaje oral y popular…”. Era la época en el que Leguía gobernaba y pretendía hacer realidad su famosa “Patria Nueva”; época en el que  a la par del estallido de la clase media, se producía el crecimiento urbano de la capital, pero también se iniciaba el brutal endeudamiento del país. Si bien Vallejo no participaba como un dirigente en los sucesos políticos de la época, era un participante activo en las diferentes manifestaciones estudiantiles que encabezaba Víctor Raúl Haya de la Torre. Prueba de ello es que se le ve (en una fotografía) en una protesta (del 23 de mayo de 1923) organizada por Haya de la Torre en el patio de Letras de la Universidad de San Marcos, tras la muerte de un obrero y un estudiante por las medidas represivas del gobierno de Leguía (4).

Trilce: húmeros para bailar, es un libro que tiene el mérito de brindarnos una versión más cercana y auténtica de la vida y por ende de la obra del genial poeta nacido en Santiago de Chuco. Es una obra que desde el saque gusta por su título, tanto que César Vallejo Castañeda, sobrino nieto del poeta, luego de enterarse de la aparición de este gran libro, me escribió: “¡Este Vallejo si me gusta!”.

A punto de iniciarse en nuestra capital el Congreso Internacional “Vallejo Siempre”, organizado por la Academia Peruana de la Lengua –uno de los congresos más importantes después del realizado en Córdoba, Argentina, por Juan Larrea en los años sesenta–, esta obra de Pedro Granados, prologada por Amálio Pinheiro, uno de los vallejólogos más importantes del Brasil, aparece, sin duda, como una gran contribución para el estudio de la vida y obra de César Vallejo.

* Al respecto, Pedro Granados en su libro titulado ¡Fozy Lady!, una “biografía apócrifa” de César Vallejo, según el autor, señala que “la clave de Vallejo no es el dolor ni lo más decisivo fue el “infierno” que vivió durante cien días en la cárcel de Trujillo. Acaso sí, más bien –agrega-, como otra constante, esa suerte de ninguneo y saboteo que sufrió su poesía por obra del poder pequeño primero (Santiago de Chuco, Trujillo, Lima); y luego, aunque a la larga sea el mismo poder, por el inmenso y transnacional del fascismo que en la en la época se cernía sobre Europa” (p. 61).

Bibliografía:



(1)   Orrego, Antenor. Palabras prologales. Aula Vallejo 1, Córdoba, Argentina, 1961, pp. 11-12.
(2)   Bergamín, José. (Prólogo a la segunda edición). César Vallejo. Obras completas. Tomo I. Obra Poética. Edición crítica de Ricardo González Vigil. Lima, 1991, p. 223.
(3)   González Vigil, Ricardo. César Vallejo. Colección Forjadores del Perú. Volumen 18. Editorial Brasa. Lima, 1995, p. 61.
(4)   Bulnes, Gonzalo. Barranco. La ciudad de los molinos. Lima, 1996, p. 242.

No hay comentarios:

Publicar un comentario