jueves, 28 de julio de 2016
miércoles, 27 de julio de 2016
Ponencias JALLA 2016 (La Paz-Bolivia)
JUEVES 11 DE AGOSTO, 9: 00 a 10: 30 am.
“Jaime Sáenz en el teleférico paceño: algunos cables de su poesía”
Pedro Granados-VASINFIN
Resumen: Acicateados por la observación de la estudiosa Mónica Velásquez: “Nada hay bien dicho sobre la relación de la obra saenzeana con autores bolivianos, latinoamericanos o universales (a excepción del texto de Wiethüchter sobre rasgos románticos en Sáenz y Pizarnik) carencia de nuestra crítica [¿sólo de Bolivia?] frecuentemente ocupada en los textos sin relacionar éstos con sus fuentes y sus pares” (2011: 16). Por lo tanto, y a modo de recoger el guante, iluminamos algunas zonas del cableado de su poesía –fuentes, coincidencias, anticipaciones– en relación con otras de la región; muy en particular, con la de César Vallejo. Relaciones hace tiempo consolidadas; pero que pueden resultarnos novedosas e incluso insólitas tanto como las nuevas imágenes paceñas a las que nos da acceso el flamante teleférico de la capital boliviana.
PROGRAMACIÓN COMPLETA
jueves, 21 de julio de 2016
El “trickster” o "zorro" César Vallejo: Materiales para su reconocimiento
*
"Trickster (malandro)
Mircea Eliade mostra que o Malandro, por sua
característica de burlar os limites, é frequentemente andrógino (masculino e
feminino ao mesmo tempo - o que não se equivale a homossexualismo), como o
Shiva indiano
Para Jung, tal simbolismo se refere à harmonização
psíquica de Animus e Anima (imagens internas da Psiquê para masculino e
feminino), dinâmica importante no processo de individuação.
A dualidade também se apresenta como uma espécie e
"ambiguidade" que lhe é característica.
Na cultura de massa de origem norte-americana, são
expressões do trickster: o Pernalonga, o Pica Pau e O Máscara"
**
El
zorro forma parte importante del paisaje cultural andino y, como personaje
legendario con múltiples roles, es una imagen que recorre el mundo maravilloso
de novelas, cuentos y cantos en quechua y en español. Sus correrías y
simulaciones enriquecen la complejidad de sus intervenciones como agente
cultural, intermediario activo y “rizoma” andino, mientras traspasa barreras,
entabla negociaciones, establece alianzas, dialoga, traduce, lleva y trae
mensajes desde distintos espacios y emisores entre la tierra y el cielo.
Siempre escurridizo, libre e independiente, sin representar a ningún bando
político ni “agencia cultural”, logra promover intercambios en aras de una vida
social más democrática.
Julio E. Noriega Bernuy, El zorro andino y sus simulaciones
***
“Salvo
los discursos que se pronuncian en su entierro, el retrato que le esculpe José
Drecrefft, las pocas fotografías en las que aparece, y los testimonios de
quienes fueron sus amigos, no hay memoria de quien es ahora uno de los poetas
latinoamericanos más importantes. El
dibujo que hace Picasso de Vallejo es un tributo póstumo. Sólo se puede conjeturar sobre la imagen que
tienen los demás de él. El poeta del que
han leído poco o nada. El cronista que
los entrevista o los explica a veces con poco o demasiado aprecio. El peruano que tiene cachuelos por
empleo. El que sueña con la revista
propia. El becario del gobierno español
que no asiste a clases y hace agitados viajes a España. El propagandista del indigenismo o del
gobierno peruano. El materialista que
aún en 1929 le pide a su hermano que le mande a decir misa al santo de su pueblo
porque le ha pedido que le “saque de un asunto”. El periodista que fue a Rusia como free-lance. El activista que deporta el gobierno
francés. El escritor ignorado por la Revista de Occidente y La Gaceta Literaria. El dramaturgo que Camila Quiroga y Louis
Jouvet rechazan. El marido de la “hija
de concierge” como la llama Neruda a Georgette Phillipart. El “criollo” que maquina fraudes con los que
engaña a dos gobiernos. El métèque que
no paga el alquiler. El “cholo” que vive
en París y cuyo regreso al Perú nadie toma en serio. La encarnación del pathos. El “zorrillo” de Montparnasse. ¿Cuál sería la palabra usada por
latinoamericanos para referirse a quienes como él tenían como acreedores a sus
amigos? ¿Cuál retrato hubieran preferido
o preferían quienes lo conocieron: el de la escultura de Joseph Decrefft o el
de las caricaturas de Toño Salazar?” (Guido Podestá, Desde Lutecia. Anacronismo y modernidad en los escritos
teatrales de César Vallejo.
Berkeley, CA: Latinoamericana Editores. 1994. pp. 20-21)
“VASINFIN, en homenaje a Henrique Urbano (1938-2014)”
****
José Rosas Ribeyro, en “Vallejo y el viudo de la viuda (Respuesta a César Ángeles)”
El viudo de la viuda defiende, pues, a capa y
espada el mito construido por la viuda del poeta. En verdad, más parece
interesarle doña Georgette que el propio Vallejo. Y para defender a la viuda no
vacila en hacerse el distraído ante algunos aspectos que señalo en “Un Vallejo propio y mío”, aspectos que intencionalmente “olvida” en su respuesta.
Aquí le reitero algunos que creo que merecen respuestas serias de parte de un
académico como usted:
¿Cree usted realmente que Vallejo tenía una
aureola de santidad escondida debajo del sombrero, como lo pretende la señora
Philippart en sus “Apuntes biográficos” sobre el poeta? He aquí la frase en
cuestión: “Vallejo quitándose el sombrero me saluda y veo una gran
luminosidad blanco-azul alrededor de su cabeza”.
¿Cree usted realmente que distinguidos estudiosos
de la obra de Vallejo, como Luis Monguió, André Coyné y James Higgins,
brillantes académicos como usted, son “loros descerebrados”, como lo
afirma la señora Philippart?
¿Cree usted que el comunista Gonzalo More,
íntimo amigo de Vallejo, era un ser “totalmente amoral por no decir
inmoral” y también “un reaccionario”, como dice la señora
Philippart?
¿Cree usted que Juan Larrea, otro íntimo
amigo de Vallejo, estudioso de su obra y fundador de Aula Vallejo
(revista que apareció en Córdoba, Argentina entre 1961 y 1974), era “un
impostor” y “un oportunista”, como sostiene la señora Philippart?
¿Cree usted realmente que tiene algo que ver
con el debate sobre la vida y la personalidad de Vallejo el hecho de que, en
los años sesenta, tres décadas después de la muerte del poeta, la señora
Phillipart haya apoyado con dinero la aventura guerrillera peruana, como usted
lo señala en “César y Georgette Vallejo entre las dos orillas y al pie del
orbe”?
Quedan muchas interrogantes sin respuestas de
su parte, señor Ángeles. Muchas interrogantes ante las cuales usted “se hace el
loco”, como se dice en el lenguaje popular. Éstas cinco que menciono no son
sino ejemplos embarazosos para usted.
*****
Según
Elena Garro:
A mí no
me interesaban los oradores, me fascinaba el rostro grave de Vallejo, como si
estuviera devorado por un terrible sufrimiento, y no pude quitarle la vista de
encima. Él se dio cuenta de cómo lo miraba y me echó un brazo al cuello, sin
dejar de escuchar a los oradores. A su contacto me invadió una corriente de
bondad que nunca más he vuelto a sentir. Aquel hombre era un hombre aparte, era
un poeta. Creo que la poesía va unida a la profundidad de la bondad. Todavía
veo su suéter de lana cruda y sus ojos trágicos. César Vallejo nunca se quejó.
Tal vez sabía que el hombre moderno tiene el corazón de piedra y que era inútil
pedir socorro. (…) Yo sentía que Vallejo era desdichado, pero no sabía la causa
a pesar de su mirada febril y terriblemente profunda. Vallejo se sabía el
elegido de la desdicha. Los mayores conocían el fondo del drama de Vallejo,
pero preferían el mutismo y hacerle el vacío. (…) Nosotros sabíamos que Neruda
no lo quería, pero no imaginábamos que su poder fuera tan grande como para
hundir a César Vallejo en aquella desgracia. Poco tiempo después supe que
Vallejo había muerto de hambre en París.
domingo, 10 de julio de 2016
Pedro Zulen & César Vallejo
Decíamos
en una reseña a un libro anterior --Pablo Quintanilla, César Escajadillo y Richard Antonio Orozco (eds.) Pensamientoy acción. La filosofía peruana a comienzos del siglo XX (Lima: IRA, 2009)-- que éste se proponía: “reconstruir
y analizar las dos tradiciones filosóficas que tuvieron mayor influencia en el
desarrollo de la filosofía peruana a comienzos del siglo XX: el espiritualismo
francés y el pragmatismo estadounidense, concentrándose en la recepción que
hubo en el Perú de Henri Bergson y de William James”; y, agregábamos también allí,
que aquel libro alimentaba: “el campo de la crítica a la producción literaria
de aquellos años. En concreto […] para
una lectura de la poesía de la época; en particular, para un acercamiento vivo
--por actual-- a uno de los poemarios más complejos o difíciles de la lengua, Trilce
(1922)”; y especificábamos: “qué pertinente podría ser hablar --en términos de
Bergson-- de dos yo, uno superficial y otro profundo, en la poesía de Vallejo
(algo que ahora mismo obsesiona, aunque con otros presupuestos, a un estudioso
como Stephen Hart). O, no menos, aquello de que “el conocimiento es colectivo
por naturaleza” (Pierce) y no atributo de la conciencia individual; y, por lo
tanto, la justicia también (“Masa”). Asimismo su corolario, “el individuo, si
es algo, es parte de un todo sin el cual no tendría sentido”. En
fin, estos eran algunos de los conceptos que ventilábamos allí, aunque, al mismo tiempo, quedaran como esperando una
continuación; la cual, en el caso del
libro que pasamos a reseñar [Rubén Quiroz, Pablo Quintanilla y Joel Rojas
(eds.) Pedro S. Zulen. Escritos reunidos (Lima: Fondo Editorial
del Congreso del Perú, 2015) 698 pp.], deseamos satisfacer.
Lo primero de todo, en cuanto al
interés que Zulen (1889-1925) en tanto poeta --publicado por Dora Mayer-- pudiera haber
despertado en Vallejo, sería nulo; creemos que, Rubén Quiroz, también se queda
corto cuando enfatiza: “En su corta existencia [Zulen] exploró asimismo el género
lírico, bien es cierto que anclado en las maneras modernistas” (25). Egurenismo y rancio romanticismo, añadiríamos nosotros. Muy a contracorriente --e impotente acaso-- frente
a lo que el mismo Zulen informa sobre la obra de un nietszchiano Bergson en la “Introducción”
a su tesis de 1920, La filosofía de lo
inexpresable. Bosquejo de una
interpretación y una crítica de la filosofía de Bergson: “Bergson quiere
sustraer la mente de un mundo estático, formal, encasillado, mundo de
irrealidad, artificio o insuficiencia interior, y colocarla en la primitividad
y plenitud de la vida, en el impulso instintivo y creador que esta lleva en sí”
(37). Es decir, y en realidad, Zulen no
supera o anda imantado todavía a su filósofo estudiado. Por más que, en aquel libro de 1920, asimismo
argumente: “El bergsonismo queda así reducido a un ilusionismo psicológico, a un espejismo de la duración
real, que en cuanto quiere constituir un sistema filosófico, no avanza más que
el agrietado racionalismo […] La novedad del platonismo bergsoniano consiste
solamente en establecer que el platonismo, ilegítimo si la Idea es cosa o relación, deviene legítimo si ella es duración […] Intuir es platonizar”
(55). Y aquello es así porque, como bien
argumenta Pablo Quintanilla en la “Presentación” del segundo libro de Pedro
Zulen --Del neohegelianismo al
neorrealismo [atomistas lógicos]. Estudio de las corrientes filosóficas en
Inglaterra y los Estados Unidos desde la introducción de Hegel hasta la actual
reacción neorrealista (1924)--, citamos: “Zulen no se despega por completo
de la influencia de Bergson, como se ve en la defensa que hace, en Del neohegelianismo al neorrealismo, de
un cierto hegelianismo leído desde la obra de Royce [“El pensamiento es para
las cosas y todas las cosas son para el pensamiento, en el vivimos y en él nos
movemos”], así como en el duro cuestionamiento que realiza del materialismo [como
del materialismo histórico de José Carlos Mariátegui o Víctor Raúl Haya de la
Torre] que él cree encontrar entre los neorrealistas” (61). En
pocas palabras, sintetiza Quintanilla: “Quizás la crítica más puntual que podría
hacérsele a nuestro autor no es el abrazar el concepto de espíritu [cercano a
Spinoza, es decir, al panteísmo o al panenteísmo] ni utilizarlo en su
filosofía, sino el no explicarlo conceptualmente con más claridad, dado que lo
emplea como una pieza principal en su filosofía y le sirve para elaborar
cuestionamientos a posiciones filosóficas y psicológicas” (66)
Obvio, César Vallejo no compartiría
estas incertidumbres o dubitaciones zulenianas.
Por un lado, ya en su tesis de “Bachiller en Filosofía y Letras” de 1915
(El Romanticismo en la poesía castellana),
echó mano --más bien-- de la noción positivista o naturalista de un Hippolyte
Taine; desde la cual se analizaban las obras artísticas y literarias
considerándolas como el resultado de la raza, el ambiente y el momento. Aunque, a decir verdad, aquí Vallejo desde ya
ensayando unos larvarios estudios culturales o perspectiva intercultural: “He
then went on to evaluate the rol played by 'elementos extranjeros' (foreign
elements), and here he marshalled the main points about Italian, English,
German, anf French literatura and their influence on Spanish literaure” [Stephen
Hart, César Vallejo. A literary biography (Croydon, Great
Britain: Támesis, 2013) 18]. Obvio, esto
no impidió una gran amplitud de miras por parte del autor de Los heraldos negros (1918); ya que
justamente en este su primer poemario se aclimata todavía y también se rinde
homenaje --junto a la Biblia, Darwin o la cultura andina-- a ciertas lecturas poéticas
que podríamos considerar “espiritualistas” o incluso “bergsonianas”, tipo José
María Eguren (muy admirado y difundido por Pedro Zulen) o Julio Herrera y Reissig. Por otro lado, y sólo para circunscribirnos a
la poesía de César Vallejo elaborada y publicada antes de su viaje a Europa
(1923), Trilce (1922) elaboraría su propia y radical crítica a la
metafísica occidental --sin acaso dejar de permanecer bíblico-- permitiendo que
aflore a través de sus poemas un elaborado, consistente y no menos incluyente mito
de Inkarrí [Pedro Granados, Trilce: Húmeros para bailar (Lima: VASINFIN, 2014)]; en la catadura “bergsoniana” de César Vallejo,
su: “experiencia inmediata, absoluta, concreta” (101). En otras palabras, aquellos remanentes
trascendentalistas --todavía presentes en Los
heraldos negros-- se hacen en Trilce
del todo inmanentistas; aunque no necesariamente materialistas y dialécticos, como
en general la crítica apunta sobre la poesía de su etapa europea o póstuma (Poemas humanos).
En conclusión, creemos que Vallejo, en
Trilce, fue mucho más allá que Zulen. No sólo en lo tocante a superar el dualismo de
este último, tal como lo nos lo presenta Joel Rojas en estos mismo Escritos reunidos: “En Zulen de hecho
encontramos una visión dualista de la nación peruana: el indígena y el criollo [la
cual] acusa limitaciones en la concepción de la heterogeneidad. Así, nuestro autor [un tanto como José Carlos
Mariátegui] no aboga por las minorías chinas y afroperuanas, históricamente
explotadas tanto como el indio” (161).
Sino que, además, fue mucho más allá en el desmontaje y aporte –semióticos--
del tiempo que a ambos les tocó vivir.
Prueba irrefutable de ello, en este caso específico, no es tanto la filosofía
o el pensamiento; sino, desde la doctrina de Pierce (“acción” o pragmatismo),
la constituye finalmente la poesía que, en la misma época, uno y otro pusieron
en práctica.
Pedro Granados, PhD
Presidente de VASINFIN
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