Y tampoco Sáenz, ni la crítica
especializada, por ningún lado cita a Vallejo o Trilce (1922) en la poesía del paceño. No sólo por aquello de: “El tacto es el mayor milagro por-/ que hace que rueden
dos bolitas siendo tan sólo una”; ni tampoco por la mera relevancia del aquel sentido
o, en general, del cuerpo en la poesía del peruano y del boliviano: “Quién hace tanta bulla y ni deja/
Testar las islas que van quedando” (Trilce I). Sino porque, para la literatura de Perú y Bolivia, ambas obras constituyen un proyecto social, político y cultural muy semejante:
Testar las islas que van quedando” (Trilce I). Sino porque, para la literatura de Perú y Bolivia, ambas obras constituyen un proyecto social, político y cultural muy semejante:
“esta poesía [la de Sáenz]
vehicula una estética espacial, dado que es una falta de espacio lo que la
origina: la falta de un espacio donde poder ser-estar y desde el que sea
posible conocer [en Trilce, incluir] otredades
que la racionalidad dominante niega o silencia /…/ la especificidad del trabajo
de Sáenz radica en una voluntad para suscitar el aprendizaje de aspectos no
tocados por la realidad, pero manifiestos en prácticas culturales no hegemónicas…
o en la cotidianeidad de sujetos subalternos […] En su caso, la desautorización de la lógica
autoritaria (ejercida en Bolivia desde los albores de la República y
acrecentada con los procesos de modernización) [lo mismo que en el Perú*] será
inseparable de la experiencia y del aprendizaje de estas otredades” (332-333)
Elizabeth Monasterios, “La
provocación de Jaime Sáenz”. En: Alba
María Paz Soldán, Hacia una historia crítica
de la literatura en Bolivia (La Paz: Fundación PIEB, 2002) 328-403
*Pedro Granados, “Trilce, muletilla del canto y adorno delbaile de jarana”. Lexis, Vol. 31, No. 1-2 (2007) 151-164
¿Prejuicios o regionalismos o la ley de matar
al padre funcionando en todo esto? ¿Nacionalismos?
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