Manuel Velásquez Rojas, César Vallejo (1892 – 1918) (Lima: Edición del Autor, 2018)
“El propósito de este libro es que la vida de César Vallejo ingrese a los hogares peruanos para que sea leído y admirado” (MVR)
Al topónimo prehispánico “Chuco” [vocablo culle] se le suma, luego de la conquista, el de “Santiago”; es decir: “cabal combinación lingüística que no eclipsa a ninguno de sus dos componentes: Santiago de Chuco” (13). Un oxímoron, fundacional, de los muchos que se trenzan –y a varios niveles– en la vida y obra de Vallejo.
“En sus poemas iniciales César Vallejo les habló a los niños peruanos; en su último poema [“España,…] les habla a los niños del mundo. Su poesía ha crecido y ya es universal” (159). En paralelo al decantamiento o metamorfosis de lo femenino --de LHN a España, aparta de mí este cáliz-- en la voz poética de nuestro autor.
“Afirmo que César Vallejo hasta 1918 posee un alma romántica: su única manera de estar en el mundo es ser romántico. Los temas del romanticismo que se han hecho carne en la vida de César Vallejo son a) idealización de la mujer amada; b) búsqueda y encuentro de amores imposibles; y c) nostalgia por una civilización periclitada” (188). Bien por a) y b); pero la cultura precolombina no es mera “nostalgia” en esta poesía. Sino, desde una perspectiva actual, constituye un caso de mediación conceptual entre el pensamiento amerindio y el de overseas; un espléndido ejemplo de multinaturalismo. Desde esta perspectiva, además, la tesis doctoral del propio Manuel Velásquez Rojas, “La zoología poética de César Vallejo” (1976), se torna particularmente sugestiva y pertinente para ponerla en diálogo con estas nuevas teorías.
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