Vallejo deliberada y conscientemente crea una dimensión endogámica en el terreno del lenguaje poético, la cual es análoga al incesto genético (Hart 68)
Obvio, desde una perspectiva positiva y lineal del parentesco, no rizomática; la cual constituye, esta última, el modo específico y cultural donde debemos situar a la “familia” o el archipiélago o el “ciliado arrecife” donde nació el poeta.
¿Cuál es el resultado de la decisión tomada por Vallejo de «endogamizar» la lengua? Primero, se nota que las palabras gozan de esta pérdida del control y empiezan a crear un nuevo mundo basado en nuevas leyes; un adjetivo, por ejemplo, puede adoptar la modalidad de otro componente gramatical, el sustantivo puede comportarse como si fuera un adjetivo, el adverbio puede disfrazarse de sustantivo, y el sujeto puede convertirse en objeto. Esta aventura llegaría a su cúspide en Trilce, pero ya existen algunos indicios de esta trayectoria en Los heraldos negros (Hart 69)
¿Y Quevedo? ¿Y Góngora? Aquellas metamorfosis, el tantear y ventilar conceptualmente diferencias y simetrías, le vienen a César Vallejo de sus atentas lecturas del Barroco; en particular, de la poesía de Luis de Góngora (Ej. Fábula de Polifemo y Galatea) que remite, asimismo, a la Metamorfosis de Ovidio. En este sentido, no olvidemos que los famosos protagonistas de aquella fábula gongorina –Polifemo, Galatea, Doris y Acis– son todos ellos, tras distinta apariencia y función en el poema, finalmente agua (Granados: Trilce XLVII y el “no nacido”).
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