Superada
la “escenografía modernista” (Rubén Darío y otros), la poesía latinoamericana
recupera el paisaje; aunque no precisamente el telúrico y sí, más bien,
considerando al paisaje un soporte más adecuado para lo humano: “La
percepción, argumentó Gibson, no es el logro de una mente en un cuerpo, sino
del organismo como un todo en su entorno, y equivale al propio movimiento
exploratorio del organismo a través del mundo. Si la mente está en alguna
parte, entonces no está “dentro de la cabeza” sino “allá afuera” en el mundo”
(Ingold 3). A lo que deberíamos sumar a
Heidegger: “cada objeto ocupa un puesto no definido por planes geométricos,
sino por valores significativos [relacionales] (De Barañano 144). En consecuencia, entendemos “estancias amerindias”
--no se trata de “poesía del espacio” ni, tampoco, precisamente
de arte conceptual-- en tanto íconos localmente motivados; aunque, de modo
simultáneo, de relevancia universal. En este caso, multinaturalismo vinculado a
la tradición de la poesía peruana“culta".
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